De esto se deduce que, a pesar de que ha sido lo tecnológico lo que ha «activado» la disrupción, lo realmente importante está en los cambios sobre los procesos educativos, poniendo de manifiesto otras formas de entender la disrupción no necesariamente ligadas a lo tecnológico. Autoras como Brooks y Hesse-Biber (2007) han definido la disrupción educativa como el hecho de irrumpir y romper con las formas tradicionales de saber y conocer —tales como el positivismo— con el objetivo de crear nuevos y valiosos significados; y otros como Bell, Adams, y Griffin (2007) como el desempeñar un rol principal en el desarrollo de un tipo de pensamiento crítico y una perspectiva ética inclusiva que apoye el respeto por la diferencia. Así, desde posiciones más ligadas a los cambios culturales y a la disrupción entendida como un desafío a lo establecido, como un proceso contrahegemónico, en los últimos años encontramos otros trabajos teóricos y empíricos que, dejando a un lado la cuestión tecnológica, hablan de «cómo ser disruptivo con las prácticas culturales dominantes visibilizando la socialización de la blanquedad» (San Pedro, 2018, p.1196) o acerca de «cómo ser disruptivo desafiando las normas establecidas mediante prácticas de empoderamiento feminista queer» (Quilty, 2017, p.108). Estas nuevas dinámicas que se abren desde el campo de la investigación revelan un cierto hartazgo hacia lo tecnológico, o una pérdida de las capacidades pedagógicas disruptivas de la tecnología en un mundo eminentemente digital donde estas parecen haber perdido su capacidad de sorprender o de irrumpir. En esta investigación, como elemento disruptivo se plantea el uso de elementos narrativos transmedia (Jenkins, 2010; Scolari, 2009) y de Instagram como herramienta (desde una visión analógica) – por ser junto a Youtube el medio social más utilizado (Martin, Wang, Petty, Wang, y Wilkins, 2018) – en la etapa de Educación Secundaria, un periodo donde las culturas colaborativas y de prácticas de producción, consumo y diseminación del conocimiento ocupan la centralidad de la vida de los jóvenes (Scolari, 2018a), y donde prácticas y estrategias formativas más cercanas al aprendizaje informal conectan de forma más sencilla con ellas y ellos (Sefton-Green, 2013). Todo ello como decíamos previamente, en un espacio como la institución escolar con problemas para afrontar determinadas demandas sociales (Enguita, 2016) y con la necesidad de combatir la habitual desconexión escuela-entorno a través de la construcción de procesos educativos que partan de la honestidad con lo real (Acaso, 2018). Ello se consigue utilizando la potencialidad de lo transmedia, de lo digital y de la literatura como elemento
Nómadas del conocimiento en contextos pedagógicos emergentes Fundación COTEC para la Innovación (#PIA2017)
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