La sensibilidad social respecto a la convivencia escolar se ha incrementado notablemente en tiempos de pandemia, así como su valor como factor de calidad de un centro escolar que ahora muestra mayor interés en los aspectos sociales y emocionales que existen en sus aulas. La convivencia en la escuela se construye desde la base, desde los estudiantes, que aprenden de y con sus compañeros, hasta el profesorado y el resto de la comunidad educativa y sus interrelaciones. Para aprender a convivir, necesitamos aprender a cooperar, porque se mejoran el rendimiento, la búsqueda de respuestas creativas y la vinculación emocional con la tarea, así como los procesos de comprensión. Es el sistema por excelencia para la integración de las habilidades sociales en todas las áreas y contenidos del currículo. La competencia social y ciudadana mantuvo a flote nuestra sensibilidad en la pandemia, y su valía ha vuelto a poner sobre la mesa el peso indiscutible de la acción tutorial, de la atención personalizada, del aprendizaje cooperativo y entre iguales y de los programas de prevención para el desarrollo de competencias socioemocionales en la escuela. En este sentido, las propuestas de alumno y tutor son apoyos que resultan de gran utilidad. La distancia ha revalorizado la cercanía y la tutorización, que se ha ajustado a las nuevas necesidades de relación y regulación del aprendizaje. Si algo hemos aprendido al vernos obligados a guardar distancias, es que las personas y las instituciones crecen cuando colaboran. La escuela también. Y esa colaboración se basa en una convivencia favorable para alcanzar objetivos comunes.
LAS VOCES DE LA COMUNIDAD EDUCATIVA
Angélica Gutiérrez Sánchez Profesora de Educación Primaria, Madrid
«Uno de los mayores retos que afrontamos es el diálogo entre todas las partes que forman mi comunidad educativa. La escuela debería favorecer un buen clima de apoyo y respeto, creando espacios de intercambio y convivencia al margen de lo académico, empezando por los claustros».
María José Robles Jefa de orientación y profesora de ESO, Málaga
«Es necesario escuchar al alumnado y ayudarlo para que sus propuestas lleguen lejos. La escuela necesita romper muros, algunos de ellos construidos en nuestra propia mente. Solo el alumnado puede dar las alas que necesita la escuela, para despegar y volar…, descubrir otras formas de aprender y convivir».
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