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¡Todas las Madres tenemos superpoderes !

“Amalia es mi gran amor, aquella que trajo alegría a mi ser, a mi casa y a mi familia”

Mi Amalia llegó sana, luego de un embarazo turbulento, pero hermoso. Cada etapa, cada fiesta que hacía en su honor, cada patadita, cada sonografía, esa dulce espera y luego ese grito al nacer, fueron llenando mi vida de colores vibrantes, dándole sentido a mi lucha, la que aún tengo. El embarazo de Amalia supuso un aumento extremo del tumor, ya no es un microadenoma, ni un adenoma, ahora es un macroadenoma, de tamaño importante y con una solución médica o divina: la operación para la que ustedes me han dado tanto apoyo. Cuando las cosas empezaron a empeorar, y comenzaron a salirme otros tumores, cuando me veía diario entre médicos y estudios, imaginaba la carita de mi hija, ella me daba fuerzas. Luchaba y lucho por ella, por verla crecer y hacerla una mujer de bien. En este momento de mi vida, donde me siento nerviosa, recuerdo que esa beba llegó burlando diagnósticos, imponiendo la voluntad Divina y dando una lección: “No pares, mami. Esto también pasará”. He tenido la dicha de tener personas alrededor que valen demasiado, cuán agradecida estoy de la bendición que me ha dado el señor al hacerme madre de esa princesita. Amalia es mi gran amor, aquella que trajo alegría a mi ser, a mi casa y a mi familia. Uno cree que ama lo suficiente a sus padres, a sus amigos, a su familia, pero cuando se tiene un hijo, el amor y la entrega es desmedida. Ella vino a encausar mi existencia y Dios me mostró a través de ella, muchísima misericordia. Dios ha sido, es y seguirá siendo demasiado conmigo. Pone personas hermosas cerca y me concedió uno de mis mayores anhelos: ser madre.

En la vida uno espera muchas cosas. Desde pequeña, a una le dan la idea de lo que debe ser y hacer conforme vaya creciendo: terminar el colegio, ir a la universidad, casarse y ser madre. Eso es lo natural, sin embargo, todos sabemos que la vida está llena de obstáculos, y para mí, los tres primeros escalones (colegio, universidad y casamiento) iban a ser cumplidos sin mayores problemas, pero el cuarto y el que yo consideraba, desde que jugaba con muñecas, más importante, sería todo un reto y según los médicos, también sería imposible. Hace aproximadamente cinco años, me diagnosticaron con un pequeño tumor en la cabeza, que en ese entonces no representaba ningún problema, pues podía tratarse con medicamentos y descanso. En ese momento era un “microadenoma”. Pasaba mis días con normalidad, con síntomas menores, yendo y viniendo de la universidad, haciendo mi vida social, siendo una buena novia, una buena hija y amiga. Sucedió que un día las cosas comenzaron a complicarse, el “microadenoma” ya había pasado a ser un adenoma, y mi estado de salud empeoró, aún así mantenía mi cabeza en alto y prácticamente no prestaba atención a aquello que se estaba convirtiendo en un problema mayor. Jamás me asusté por el hecho de tener eso, hasta que el doctor me informó que no podría ser madre, -“Usted no va a tener hijos”-, esas fueron sus palabras, mi respiración se paró, enmudecí, de igual manera recordé que Dios es más grande que cualquier cosa en este planeta, repliqué casi de inmediato diciendo: “Con el favor de Dios, yo voy a tener todos los hijos que quiera, usted verá ”. Aquello se lee, y peor aún, suena irreverente, ¿Cómo iba a discutir yo, una simple estudiante de término de derecho con una persona preparada en su área y que sabía lo que estaba diciendo?, fue simple, con todo y tumor, del tamaño que estaba y con lo que representaba, a los tres meses de responder de la forma que lo hice y con el clamor de mi esposo al Padre, salí embarazada de la pequeña Amalia.

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