Para poder medir de forma precisa la pérdida de aprendizaje, existen varias aproximaciones que dependen de los datos disponibles: en nuestro caso los datos nos permitían observar al estudiante en dos momentos del tiempo, 4.º de Primaria y 2.º de ESO, en evaluaciones de distintas competencias. Además de la información sobre los resultados de cada niño o niña en las pruebas externas, disponemos de datos sobre el centro al que acude y las características del hogar en el que vive, lo que nos da más seguridad en nuestras conclusiones y nos permite comprender también qué alumnado y centros educativos han experimentado mayores pérdidas de aprendizaje. Partiendo de estos datos, realizamos un análisis de dos cohortes, donde comparamos los resultados de cada competencia (nos centramos en las competencias de Euskera, Castellano y Matemáticas) de la cohorte anterior a la COVID-19 (que participó en la prueba de 2015 para 4.º de Primaria y la prueba de 2019 para 2.º de ESO) con los resultados de la cohorte de estudiantes que realizó el examen de 2.º de ESO en marzo de 2021 (y de 4.º de Primaria en 2017). Definimos la pérdida de aprendizaje como el cambio en los resultados entre ambos cursos de un mismo estudiante, lo que nos permite controlar por diferencias no observadas entre alumnado: en un lenguaje de análisis experimental, nuestro «grupo de tratamiento» es la cohorte que realizó el examen de 4.º de Primaria en 2017 y el examen de 2.º de ESO en marzo de 2021; nuestro «grupo de control» es la cohorte que realizó los exámenes antes de la COVID-19, en 2015 (4.º de Primaria) y 2019 (2.º de ESO). La diferencia entre las dos cohortes es que una estuvo expuesta a la COVID-19 y el cierre escolar antes de realizar las evaluaciones de 2.º de ESO, y la otra no. Los datos de 2021 para la cohorte de tratamiento, recogidos en marzo, reflejan por tanto la foto de la pérdida de aprendizaje un año después del cierre escolar, y también el impacto combinado del cierre escolar y la reapertura de las escuelas en el curso 2020/21 durante 6 meses, entre septiembre 2020 y marzo 2021. Esta es la otra aportación fundamental del estudio con respecto al resto, que fundamentalmente se han centrado en el impacto del cierre escolar entre marzo y junio de 2020.
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