de personas. Su trabajo incluso contribuyó a establecer la educación bilingüe rural en México. Miguel León-Portilla dijo en una entrevista: “El que habla de unión habla de diferencias, porque si no hubiera diferencias no ha- bría nada qué unir. Yo he dedicado mi vida a creer en las diferen- cias”. Y con base en esas diferencias estableció una nueva forma de vernos como mexicanos. Él, junto con otros, le dio un nuevo signi- ficado al mal llamado descubrimiento de América y lo denominó encuentro de dos mundos. Es importante acercarse a su vasta obra, de la que se menciona solo una parte: Visión de los vencidos , Los anti- guos mexicanos a través de sus crónicas y cantares , El reverso de la Conquista , Quince poetas del mundo náhuatl y Tonantzin Guadalupe . Para León-Portilla, el mundo se empobrecía cuando se perdía una lengua o una cultura y cuando todo se uniformaba. Era un ilus- trado que anhelaba que las lenguas y culturas indígenas formaran parte de un país incluyente. Lo logró en cierto modo, pues gracias a él nuestras culturas originarias están más vivas que nunca.
Alguien tendría que escribirle a León-Portilla, a guisa de elegía, un icnocuícatl , es decir, uno de esos cantares tristes de la Conquista que tanto amó y divulgó: “En los caminos yacen dardos rotos, / los cabellos están esparcidos. / Des- techadas están las casas, / enrojecidos tienen sus muros”.
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