como tantos otros, como si hubiera querido encarnar el ideal renacen- tista de hombre de armas y letras. De hecho, dijo: “Mi misión de es- pada ha terminado”, y se consagró a las letras. Participó tres veces como in- tegrante del cuerpo legislativo. Se- gún sus contemporáneos, fue uno de los mejores oradores de enton- ces. También fue procurador, fis - cal, magistrado y presidente de la Suprema Corte, así como cónsul en Barcelona y en Francia. Pero, sobre todo, legisló para que la edu- cación fuera gratuita, obligatoria y laica. Ese es y será su gran legado en el ámbito de la enseñanza.
El pensamiento enciclopedis- ta llegó a su alma desde antes de comenzar sus estudios de derecho en la Ciudad de México. Hay quienes consideran a Altamirano el padre de la literatu- ra mexicana. Fue periodista, poe- ta, novelista, historiador y crítico literario. Sus novelas más conoci- das son La navidad en las montañas y El Zarco . Originario de Tixtla, Gue- rrero, Altamirano no podía sino hacer honor a su estado y ser tam- bién un guerrero en defensa de su patria, de modo que participó en la Revolución de Ayutla, además de que combatió en la lucha con- tra la invasión francesa y el Im- perio; tomó Cuernavaca; luchó en la guerra de Reforma y en el sitio de Querétaro. Después de la toma de México por los republi- canos, se retiró de la vida militar. Altamirano –dice la Enciclopedia de México – no fue un civil en armas
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