Los artífices: dos siglos de educación en México

entre hombres y mujeres era algo impensable. Se trata de Rita Rosaura Cetina Gutiérrez. Esta luchadora social, junto con Gertrudis Tenorio y Cristina Far- fán, fundó en 1870 La Siempreviva , que, aunque parezca increíble, era tres cosas a la vez: una escuela, una sociedad científica y literaria y una revista; pero sobre todo era una fortaleza para las yucatecas. Inspirada en el ideal educativo del presidente Juárez, Rita Cetina era una liberal que trabajaba para que la mujer fuera aceptada en los ámbitos social, cultural y profesional. Siempre trasladó sus ideas pro- gresistas a la enseñanza y –en opinión de Monserrat Ramírez– dejó un legado enorme: un proyecto educativo liderado por mujeres, la ins- titucionalización de un espacio para la educación femenina orientada a que estas pudieran desempeñar otros roles, el fomento de actividades artísticas, la invitación a reflexionar acerca de la condición de la mujer y la formación de las primeras generaciones de maestras en la entidad. Rita quedó huérfana de padre. Tenía solo tres años cuando mu- rió el coronel, pero tuvo la suerte de llevar una educación ilustrada al cuidado de Domingo Laureano Paz, un hombre culto que tenía una gran biblioteca de la que ella abrevó. De hecho, fue poeta, cuentista, novelista y ensayista, y formó parte de círculos intelectuales. Escribió en varias revistas, como El Renacimiento , de Ignacio Manuel Altamirano. El siglo XIX , al igual que los que le han seguido, estuvo marca-

do por la lucha entre liberales y conservadores. El triunfo de los primeros dio lugar a la pro- mulgación de la Constitución de 1857 y, pos- teriormente, de las Leyes de Reforma. Todo se entrelazaba, todo armonizaba, y La Siempreviva surgió tres años después de que la Ley Orgáni- ca de la Instrucción Pública diera a la mujer la posibilidad de obtener una educación útil como formadora de futuros ciudadanos. Los reducidos

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