Los artífices: dos siglos de educación en México

Lauro Aguirre (1882-1928) Ya se comprenderá mi empeño en traer algo más de mi humilde contingente para la mejor organización de las Normales, a fin de que cumplan su cometido, el de formar el maestro nuevo que formará a su vez al hombre nuevo, a la humanidad nueva.

S e cuenta que el profesor Lauro Aguirre, una persona obstinada en cumplir su irrenunciable vocación docente, salió de su casa, un día de 1928, sin importarle demasiado la tromba que caía so- bre su ancha frente, con el fin de aplicar un examen a sus alumnos de la Escuela de Maestros. Es muy probable que esa tormenta haya sido causante de la neumonía que lo llevó a la muerte. Oriundo de Villa de Santa María, que después se llamaría Ciudad Victoria, Tamaulipas, Aguirre desde que era niño mostró aptitudes so- bresalientes para los estudios, lo cual le mereció obtener una beca para asistir a la Escuela Normal de México. Después de titularse como profesor de primaria y profesor de la Escuela Normal Superior, asumió la Dirección de la Escuela Anexa al Instituto Científico y Literario de Tamaulipas. También fue inspector escolar y catedrático de varias materias en el Colegio de Tamaulipas y en la escuela normal y preparatoria de su estado. Al estallar la Revolución mexicana se unió al movimiento encabe- zado por Francisco I. Madero. Más tarde, tras la traición de Victoriano Huerta, fue partidario de restaurar el orden constitucional. En 1917 se hizo cargo de la Dirección de Educación de Tamaulipas, desde donde llevó la revuelta a las aulas. “La Revolución entra plena de alegría a la escuela. Se inicia la lucha contra la miseria, el hambre, la desolación. El

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