y la incorporación de la mujer en la docencia. “En toda la historia –afirma José Joaquín Blan - co– no existe un proyecto oficial de redención de la mujer comparable al de Vasconcelos, ni más práctico”. Alfonso Reyes define a José Vasconcelos
como un filósofo molesto y de rara musicalidad ideológica. Esta es la opinión de Torres Bodet: “De los tres grandes pensadores de que se afana nuestro país (Barreda, Sierra, Vasconcelos), el tercero ha- brá de quedar como el más atrevido y contradictorio, el más impul- sivo y el más fulgurante, el menos lógico y el más genial”. Vale la pena asomarse a las publicaciones que desde la Univer- sidad Nacional de México y la SEP editó en los años veinte del siglo pasado este autonombrado Ulises que pudo engañar al cíclope de la ignorancia. “Lo que necesita este país es ponerse a leer la Iliada ”. Pero, además de a Homero, publicó a Esquilo, a Sófocles, a Shakespeare… Todavía andan por ahí ediciones nuevas y viejas de las Lecturas clásicas para niños y Lecturas para mujeres . Todavía queda la huella de su fe en el poder transformador de la educación, de su trabajo en
la SEP , a la cual dividió en tres dependencias (Escolar, de Bellas Artes y de Bibliotecas y Ar- chivos) y para cuyos proyectos trajo a México a la chilena Gabriela Mistral y al dominicano Pedro Henríquez Ureña. Decía Daniel Cosío Villegas: “José Vasconcelos personificaba en 1921 las aspiraciones educativas de la Revo- lución como ningún hombre llegó a encar - nar, digamos, las de la reforma agraria o el movimiento obrero”.
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