sin embargo, sus verdade- ras vocaciones fueron el magisterio y la filosofía, ámbitos que no aban- donó sino hasta su muerte. Des-
de muy joven mostró una gran capacidad para la oratoria; esta disciplina, que en aquella época casi aseguraba la obtención del éxito social y profesio-
nal, desempeñó un papel importantísimo en la profunda huella que dejó el maestro en las distintas generaciones que asistieron a su cátedra. Así pues, en el Ateneo, Caso se distinguió por sus conferencias y discusiones públicas sobre filosofía, en las cuales defendió arrebatadamente, según constan testimonios de la época, sus posturas antipositivistas y libertarias. Desde muy joven se dedicó a la labor formativa e im- partió clases de historia, geografía, jurisprudencia, estética, ética y lógica en las escuelas nacionales Preparatoria y de Altos Estudios. En esta última, en 1913, impartió los primeros cursos formales de filosofía en el nivel superior. Con solo 31 años, diri - gió importantes instituciones educativas y continuó esta labor durante casi toda su vida. Fue director de la Escuela Nacional de Altos Es- tudios, la Escuela Nacional Preparatoria y la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional, así como rector de esta casa de
estudios durante dos periodos consecutivos. Respecto a su
labor al frente de la rec- toría de la Universidad Nacional, Francisco Larroyo apunta que su legado más valioso fue “el fortalecimiento
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