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(Freud, 1915, p. 164). Freud consideraba que la mente del analista era como un “instrumento” y que la contratransferencia obstaculizaba su buen funcionamiento, puesto que los conflictos no resueltos del analista y sus puntos ciegos imponían limitaciones en el trabajo analítico. Según Freud, la contratransferencia constituía un impedimento para la libertad del analista y para su capacidad de entender al paciente. Por ello, primero tenía que identificarse la contratransferencia para, después, poder superarla. Sin embargo, mediante insinuaciones enigmáticas de contradicciones y conflictos, fiel a su esfuerzo teórico auto-subversivo que anticipa y modela una multiplicidad de conceptualizaciones (Reisner, 2001), en muchas de sus cartas y reevaluaciones de su pensamiento teórico, Freud también observó que sus alumnos habían aprendido a soportar una parte de la autoconciencia y el autoconocimiento. La profundización de nuestro conocimiento de la contratransferencia coincide con este principio. En este contexto, cabe destacar que el primer sueño relatado en el texto que inauguró el psicoanálisis, “La interpretación de los sueños” (Freud, 1900), el “sueño de la inyección de Irma” de 1895, es un sueño contratransferencial por excelencia. Harold Blum (2008) y Carlo Bonomi (2015) reconstruyen la vida de Freud durante su autoanálisis, entre 1895 y 1899, coincidiendo con la escritura de “La interpretación de los sueños”. Entre ambos exponen las complejidades de la transferencia de Freud a Fliess, así como su contratransferencia hacia Emma Eckstein (“Irma” en el sueño, y más adelante la primera mujer terapeuta psicoanalítica), paciente de ambos. Blum y Bonomi demuestran que esta contratransferencia formó el desarrollo teórico de Freud (entre otras cosas, desde la bisexualidad hasta la heteronormatividad, desde la teoría del trauma de la seducción hasta las concepciones psicoanalíticas del desarrollo psicosocial, la fantasía inconsciente y el conflicto intrapsíquico). En este sentido, el concepto de contratransferencia ilustra la constante interacción entre teoría y práctica, en el trabajo clínico y en la conceptualización, desde el “nacimiento del psicoanálisis” hasta hoy en día. Freud introdujo el concepto de contratransferencia, pero no llegó a dar el paso de elaborarlo explícitamente para transformarlo en una herramienta útil para el trabajo analítico – un paso que sí dio con la transferencia. Esta representación precoz de Freud ha llegado a llamarse “definición estrecha” de la contratransferencia. De hecho, muchos de sus primeros seguidores se adhirieron a la perspectiva “estrecha”, como lo demuestran los primeros libros de psicoanálisis, presentaciones y publicaciones en revistas (Stern, 1917; Eisler, 1920; Stoltenhoff, 1926; Fenichel, 1927, 1933; Hann- Kende, 1936). Esta perspectiva estrecha a menudo se escribía con guión en inglés, “ counter-transference ”, para subrayar la respuesta inconsciente (transferencial) del analista a la transferencia del paciente. Helene Deutsch (1926) introdujo una idea interesante dentro de esta perspectiva, el concepto de la contra-transferencia como una “ posición complementaria ” – una idea más tarde desarrolló Heinrich Racker en su original aportación.
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