Diccionario enciclopédico de psicoanálisis de la API

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Al trazar el recorrido de esta definición estrecha, es fácil observar su persistencia en obras de seguidores de la técnica freudiana como Annie Reich (Reich, 1951), pero también en Jacques Lacan (1966/1977), quien aporta un punto de vista algo distinto. Mientras que Reich entiende la “contra-transferencia” como un obstáculo transferencial del analista para conseguir la empatía psicoanalítica , Lacan, a pesar de su reestructuración conceptual y de haber ampliado el impacto que tiene el conocimiento y el “poder” del analista sobre la relación asimétrica entre paciente y analista, entiende la contratransferencia como un deposito de errores, creencias erróneas, neurosis y lagunas del funcionamiento del analista, y encuentra que no tiene una utilidad concreta para el trabajo interpretativo (Lacan 1966/1977). El concepto lacaniano de contratransferencia, caracterizado por incluir la precedencia del deseo del analista sobre el del paciente en lo que atañe a la comprensión de toda la dinámica intersubjetiva de la situación – es famosa su declaración de que la “resistencia” en el análisis es ante todo una resistencia del analista –, sigue resonando hoy en día, especialmente en la orientación intersubjetiva francesa de Europa y América del Norte (Furlong, 2014). Sin embargo, algunas observaciones de Freud anticipan el uso de la contratransferencia como una herramienta terapéutica gracias a la cual el analista puede ver o sentir parte del inconsciente del paciente . Escribió que el analista “[d]ebe ajustarse al paciente como un receptor telefónico se ajusta al micrófono transmisor. Así como el receptor vuelve a convertir en ondas sonoras las oscilaciones eléctricas, …así el inconsciente del médico puede, a partir de los derivados inconscientes que le son comunicados, reconstruir dicho inconsciente, que ha determinado las asociaciones libres del paciente” (1912, pp. 115-116). Además, mientras elaboraba sus reflexiones sobre los procesos inconscientes, Freud (1915) paró especial atención no sólo a la dinámica inconsciente del paciente, sino también a la del analista en la situación analítica de forma explícita. Expuso con claridad que los procesos psíquicos conscientes e inconscientes del paciente y el analista están profundamente entrelazados . Annie Reich, en 1951, destacó una característica especial de este enfoque: para el analista, el paciente puede llegar a representar “un objeto de su pasado, sobre el cual proyecta deseos y sentimientos pasados” (1951, p. 26). Dado que la transferencia es omnipresente, se espera que los analistas experimenten el mismo tipo de transferencias sobre sus pacientes que los pacientes experimentan hacia ellos. (Los sentimientos serán mayormente inconscientes para ambos; tanto para el paciente como para el analista). Esto también lo ilustra en “Análisis terminable e interminable” (1937b), cuando Freud observa que un contacto continuo con la represión del paciente puede despertar demandas instintivas en el analista que de otro modo serían suprimidas. Estas demandas incluso pueden poner en “peligro” el tratamiento del analista y hacer necesario el autoanálisis periódico (1937b, p. 224). En comparación con las afirmaciones anteriores, estas observaciones presentan una clara distinción de la relación paciente-analista: las

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