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manera, a través de las reacciones de contratransferencia, el analista puede sentir a los protagonistas internos del paciente como proyectados sobre él mismo. En cierto sentido, Heimann sostiene lo contrario: la contratransferencia activa los sentimientos del analista en reacción al paciente. Tales sentimientos son sentimientos del analista y no el resultado de la identificación proyectiva del paciente sobre el analista, y su registro y comprensión constituyen el acceso al inconsciente del paciente . En la elaboración de Heimann, la contratransferencia es un “ instrumento cognitivo ” inconsciente y una de las “herramientas más importantes para el trabajo del analista…”, puesto que informa al analista de un posible “retraso entre la percepción consciente e inconsciente”. Este retraso equivale a “una introyección inconsciente de su paciente y a una identificación inconsciente con él” (Heimann, 1997, p. 319). A pesar de que Heimann, tras huir de Viena, forjó sus relaciones iniciales con el grupo kleiniano, su propuesta se incluye en el grupo de analistas que elaboraron la psicología de dos-personas de la contratransferencia. Ella misma fecha el comienzo de su independencia de Klein y su reconexión con los mundos de Ferenczi y Blaint en su ensayo “Sobre la contratransferencia”. Este ensayo presenta una mezcla equilibrada de la riqueza de las reacciones emocionales del analista y la precaución ante su expresión emocional . Parece que entendió la contratransferencia analítica como un tipo de creación del paciente útil para el analista. Sin embargo, en su viñeta clínica describe la contratransferencia tanto como una “pista” como un “error”. Dentro de la polémica que despierta el creciente interés por la contratransferencia, el ensayo de Winnicott, “El odio en la contra-transferencia”, representa una posición substancial e independiente. Publicado en 1949, este ensayo prefigura las reflexiones de Heimann y convierte a Winnicott en una de las figuras claves de la conceptualización de la contratransferencia, especialmente por su comprensión de la agresión como elemento transformador y necesario de la contratransferencia. Los dos documentos de Winnicott, “La agresión en relación con el desarrollo emocional” (1950) y “El odio en la contra-transferencia” (1949), destacan la inevitabilidad de la agresividad y el odio por parte del analista, y su utilidad clínica. Según Winicott, el odio se combina con (no se opone a) el amor y la preocupación materna primaria. El odio crea límites y favorece la separación y la habilidad que tiene el analizado de desentrañar la fantasía de la realidad, con el fin de disminuir la peligrosa experiencia de la omnipotencia. De esta manera, el aspecto odioso del analista, incluyendo el odio que surge al final de la visita, es un ingrediente crucial del cambio en el analizado. Winnicott distingue, por una parte, (1) los sentimientos de contratransferencia que están reprimidos e indican que el analista requiere más autoanálisis (se refieren a las identificaciones idiosincráticas y tendencias del propio analista) y, por otra parte, (2) “la contratransferencia verdaderamente objetiva, que tiene relación con la reacción del analista, de amor y odio, frente a la personalidad y la conducta reales del paciente, y que está basada en una observación objetiva” (1949, pp. 69-70). “La
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