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En su desarrollo posterior, el concepto de identificación proyectiva ha seguido teniendo un papel significativo en la teoría kleiniana, bioniana y neobioniana, y en muchas de las perspectivas intersubjetivas e interpersonales. Cuando pasó de ser una teoría basada en la fantasía primitiva y defensiva a una teoría de la comunicación y el pensamiento arcaicos, se hizo patente la complejidad de la relación y diferenciación entre la identificación proyectiva y la propia contratransferencia del analista (Grotstein, 1994). Bion, Rosenfeld y, posteriormente, Mawson (2010) examinaron las construcciones de significados recíprocos y creativos en los intercambios de la transferencia-contratransferencia. Según ellos, estas construcciones presentan un proceso complejo en que el analista debe trabajar los estados afectivos inducidos para descubrir su elemento comunicativo. Estas proyecciones pueden descubrir al analista, a través de su contratransferencia, los estados afectivos que el paciente está luchando y comunicando. Alvarez (1992) amplía esta perspectiva aún más en su obra, llegando a revisar todo el proceso analítico desde el punto de vista de la co-construcción . Esta comprensión del poder de los procesos intersubjetivos del analista, el analizado y el tratamiento, está en deuda con la evolución del pensamiento kleiniano en Gran Bretaña, desde Klein, pasando por Bion (1959) y Rosenfeld (1962, 1969, 1987), hasta la escuela argentina de Racker (1957, 1968) y Grinberg (1956, 1968). Continúan elaborando esta perspectiva en sus obras: Segal (1983), Joseph (1985), Spillius (1994), O’Shaughnessy (1990), Steiner (1994), Feldman (1993) y Britton (2004; Segal & Britton, 1981) en Gran Bretaña, y Grotstein (1994), Mitrani (1997, 2001) y otros en los Estados Unidos. Los primeros escritos de Ferenczi sobre la contratransferencia siguieron siendo directa o indirectamente influyentes. Uno de los principales seguidores de las ideas ferenczianas sobre la contratransferencia, Michael Balint, autor del concepto de la “falta básica” (Balint, 1979), también tuvo un papel importante en el debate sobre el tema de la proyección y la introyección. Michael y Alice Balint llevaron las ideas radicales de Ferenczi a Londres, y éstas influenciaron tanto a los kleinianos como al grupo autodenominado independiente. Las ideas de Ferenczi y Balint llegaron a América Latina a través de Racker (1957). Racker utilizó el concepto de identificación con el agresor de Ferenczi (1927, 1932) y lo incluyó dentro de su concepto de identificación complementaria (con los objetos internos agresivos del paciente) y, más tarde, elaboró las opiniones de Balint sobre contratransferencia desde las instituciones jerárquicas de la formación psicoanalítica. Clara Thompson (Green, 1964) difundió algunas de estas ideas iniciales de Ferenczi y Balint en la escuela interpersonal de Sullivan en los Estados Unidos, donde se acentuó aún más el carácter co-constructivo del intercambio analítico (aunque la regresión, tan crucial para Ferenczi, Klein y Racker, se les pasó por alto). En este contexto, como en todos los desarrollos posteriores, es importante destacar que la co-construcción o la co-elaboración en la transferencia y la contratransferencia no reduce las responsabilidades o demandas del analista. El trabajo contratransferencial funciona a nivel consciente e inconsciente, y el trabajo de entender
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