Diccionario enciclopédico de psicoanálisis de la API

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analista/analizado (Moscowitz, 2014), su integración teórica se produjo más tarde, en la obra de Hans W. Loewald (1960, 1971, 1975). Loewald trabajó desde los años 60 en adelante y fue una figura muy transformadora. Primeramente su trabajo se vio influenciado por la fenomenología de Heidegger (1962) y podría estudiarse en relación con Winnicott (1947, 1950, 1972), Erikson (1954), Kohut (1977), Mitchell (1993, 1997), Aron (1996), Hoffman (1998) y Bromberg (1998) entre otros, con versiones más “abiertas” de la teoría de las pulsiones y las relaciones objetales . En este modelo de desarrollo, el yo del niño surge del núcleo materno-filial: de la participación recíproca de sus mentes y cuerpos; de la interacción de la psique de la madre con el estado indiferenciado del niño, en un desarrollo ascendente que oscila entre la integración y la desintegración. Este modelo de desarrollo acarrea consecuencias para la transferencia y la contratransferencia, puesto que toda experiencia surge de las transacciones intersubjetivas , incluso cuando el individuo es el centro de atención (Loewald, 1960). Al reconocer la importancia de estos hallazgos derivados del análisis de niños y con pacientes psicóticos y de personalidad límite, en que las reacciones del analista se encuentran bajo la presión del inconsciente del paciente, Loewald (1971) afirma que la transferencia y la contratransferencia no pueden entenderse por separado, y que tanto el analista como el paciente exhiben reacciones de transferencia y contratransferencia, puesto que son ingredientes comunes del proceso analítico . Las ideas de Loewald se convirtieron en una plataforma importante para los debates sobre la contratransferencia, no sólo dentro de la diversificada cultura psicoanalítica norteamericana, sino a nivel mundial. Desde ese momento la contratransferencia pasó a entenderse como un componente inevitable de la relación analítica en que paciente y analista se entrelazan – una de las perspectivas dominantes en el psicoanálisis actual. Esta perspectiva mantiene ciertos paralelismos con algunos elementos del pensamiento intersubjetivista francés en Francia, Bélgica y en la comunidad analítica de habla francesa de América del Norte. A veces llamado “el tercer modelo”, este enfoque postula que en el desarrollo humano, la “mente de dos-personas” precede a la autonomía psíquica de “una-persona” con sus pulsiones, defensas y fantasías intrapsíquicas: en la primera etapa de la vida, la mente del bebé se encuentra en un entorno de cuidado (la mente de dos-personas) antes de poder realizar la diferenciación topográfica entre los sistemas del inconsciente, preconsciente y consciente; y la estructuración del ello, el yo y el superyó (la mente de una-persona). En este proceso de “subjetivación” (convirtiéndose así en un sujeto diferenciado y estructurado por dentro) es primordial la íntima conexión con el “otro real (y potencialmente traumatizante)” (Lacan, 1966/1977). Laplanche (1993, 1999) llevó la tesis de Lacan del “(otro) real traumático” – el cuidador – al reino de lo intersubjetivo. Defendió que la sexualidad inconsciente (del cuidador adulto), debido a su cercanía con el cuerpo del niño, “contamina” los intercambios íntimos con el niño en forma de mensajes enigmáticos . Otros sacan este concepto del ámbito del intercambio clínico y la

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