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analítico. La capacidad de simbolizar es un producto de la función-alfa implícita que utiliza el analista durante el enactment crónico.
IV. B. Desarrollo y relevancia clínica en América del Norte Como los autores latinoamericanos (Sánchez Grillo, 2004; Rocha, 2009; Borensztejn, 2009), los analistas de América del Norte también desarrollan el concepto en su trabajo clínico y teoría psicoanalítica y destacan su importancia para mejorar la técnica analítica con niños y adolescentes. Judith Chused, influenciada por el trabajo con adultos de Theodore Jacobs (1986) y su inclusión del “ enactment ” en la contratransferencia, definió un uso del yo que resulta productivo para seguir las reacciones del analista cuando trabaja con jóvenes. Chused (1991, 1992) ofreció ejemplos clínicos detallados de su trabajo con niños en edad de latencia, adolescentes y adultos jóvenes. En 2003 Chused definió ampliamente el “ enactment ”: “Cuando el comportamiento de un paciente o sus palabras estimulan un conflicto inconsciente en el analista, el cual suscita una interacción que tiene significado inconsciente para ambos, eso es el enactment . De igual manera, un enactment ocurre cuando el comportamiento del analista o sus palabras estimulan un conflicto inconsciente en el paciente, el cual produce una interacción con significado inconsciente para ambos. Los enactments ocurren todo el tiempo en el análisis y fuera de nuestras oficinas… Algunos de los más significativos… ocurren… cuando el comportamiento del analista se ha desviado de su intención consciente por motivadores inconscientes y se “siente mal” cuando es escudriñado…” (Chused, 2003, p. 678). En 1995, Judith Mitrani acuñó el término “experiencia no mentalizada”, para referirse a situaciones de la infancia que después se expresan en el análisis a través del proceso del enactment , donde pueden interpretarse gracias a la transferencia y adquirir importancia en nuestras construcciones imaginativas. Más tarde, Mitrani (2001) llegó a la conclusión de que la palabra “experiencia” es un término inapropiado en este contexto, ya que debe haber una conciencia psíquica y, por lo tanto, algún nivel de mentalización para experimentar algo. Esto la llevó a crear una distinción entre lo que le ha sucedido a un individuo y lo que ha sufrido y posteriormente entrado en el reino de la conciencia con la ayuda de un objeto continente ; en otras palabras, alguna “cosa” que ha alcanzado un nivel de significación en la mente. Con esto Mitrani se remonta a Federn (1952), Bion (1962) y Winnicott (1974). Federn (1952) hizo una distinción importante entre el sufrimiento del dolor y el sentimiento del dolor. Para él, el sufrimiento es un proceso activo del yo en que se acepta lo que instiga el dolor –por ejemplo, una frustración o pérdida del objeto– y se valora en toda su intensidad. De esta manera, el paciente experimenta un transformación y también lo hace su yo. Al sentir dolor, por el contrario, el yo no puede soportar el evento que lo instiga y no lo procesa. El dolor no se contiene, sino que
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