Diccionario enciclopédico de psicoanálisis de la API

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Los experimentos de Lacan con los aspectos temporales del encuadre propiciaron una profunda reflexión sobre las implicaciones clínicas y teóricas del encuadre clásico (1958-1997). Otra innovación de Lacan fue su noción del analista como “el sujeto que se le supone saber”. Esta noción respetaba la necesidad de una asimetría intersubjetiva en la relación analítica, pero también quería ser irónica con respecto a las pretensiones normativas de aquellos analistas que se veían encarnando egos saludables para sus pacientes. Desde este punto de vista, el encuadre clásico es intrínsecamente paradójico. No es “autoritario” per se , sino que tolera las proyecciones imaginarias del paciente al mismo tiempo que las va desacreditando en el trabajo interpretativo (1947-1997, 1945-1966). Aulagnier, en una serie de textos que todavía no han sido traducidos (1968, 1969, 1970, 1977), examinó la ineluctable imbricación del sujeto en las proyecciones del otro. Señaló que el requerimiento de “decir todo lo que le viene a la cabeza puede someter al paciente a un estado de esclavitud absoluta, llegando a transformarlo en un robot que habla”. Por esta y otras vías, Aulagnier analizó la potencial alienación perpetrada por un uso irreflexivo del encuadre. Según su concepto de la “violencia de la interpretación” –que entiende como inevitable–, el primer cuidador y analista se encuentran en una misma posición paradójica, ya que ambos corren el riesgo de hacer una interpretación “excesiva” –una advertencia que ha llevado a los analistas franceses de ambos lados del Atlántico a expresar reservas sobre el uso acrítico de la contratransferencia para entender a los pacientes. Los autores franceses se han mostrado especialmente sensibles al inherente potencial “seductor” –tan necesario como abusivo– que es parte del encuadre analítico. Donnet (2001) distingue el sitio analítico de la situación de análisis: “el sitio analítico contiene el conjunto de lo que constituye la oferta de un análisis. Incluye al analista en función” y “la situación analítica resulta, aleatoriamente, del encuentro suficientemente adecuado del paciente y del sitio” (p. 138). Actualmente, las dos fuentes principales de la teorización del encuadre psicoanalítico son Winnicott (1956) y Bleger (1967). Algunos autores también hacen referencia a la teoría de campo de Barangers (1983), que entiende la situación analítica como una co-creación, puesto que los dos miembros de la pareja analítica están inextricablemente ligados, y uno no puede entenderse sin el otro. El campo analítico está configurado como una fantasía inconsciente de la pareja analítica que se abordará como tal a lo largo de todo el análisis. André Green dedicó su célebre artículo “El analista, la simbolización y la ausencia en el encuadre analítico” (1975) a la memoria de Winnicott, cuya obra Green introdujo en Francia. Según su lectura de Winnicott, el encuadre y la calidad de la presencia analítica que lo acompaña constituyen hoy en día lo que él llama el “ambiente”, debido a su papel facilitador o al impacto que tiene sobre la facultad del paciente de crear un espacio de transición y pensamiento creativo. Aquí “pensar” se entiende en el sentido no-alucinatorio y no-proyectivo, como pensamientos subjetivados que forman parte de uno mismo. René Roussillon ha desarrollado esta

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