Diccionario enciclopédico de psicoanálisis de la API

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importante para la “cura” y el desarrollo de una “percepción”. Esto se hace, según Meltzer, a través de la “creación del encuadre”, un trabajo constante en que los procesos de transferencia de la mente del paciente pueden encontrar una vía para expresarse. La concepción de encuadre de Bion coincide con la de Freud cuando aseveran que “se debe conducir el análisis en una atmósfera de privación”, de modo que “en ningún momento el analista o el analizado puedan perder el sentido de aislamiento en la íntima relación del análisis” (Bion, 1962, p. 15). El concepto del espacio analítico de Bion reúne la intimidad y el aislamiento. Este encuadre íntimo y abstinente evoca una atmósfera donde la realidad más allá de los fenómenos, aquello informe, “O”, puede ser experimentado y “acontecer”, no sólo conocido de forma intelectual (1965, p. 153). El encuadre está organizado en torno al concepto de “transformaciones” de Bion, las cuales facilitan la emergencia del sentido de una verdad emocional absoluta –un cambio en la forma–, y son a menudo comparadas con dar a luz a partes del yo que no habían nacido. Algunos trabajos vinculan los aspectos temporales y espaciales externos con el encuadre interno del analista, con el fin de debatir hasta qué punto el encuadre representa el primer nivel de tenencia y presencia materna. Muchos de estos trabajos sobre el encuadre/marco parten del enfoque de Bleger sobre los significados inconscientes del encuadre del analista y el paciente; utilizan el concepto de Bion del modelo contenedor/contenido de la relaciones objetales y el concepto de Barangers de campo analítico (Barangers, 2008; Civitarese, 2008; Churcher, 2005; Green, 2006).

II. ENCUADRE EXTERNO

Espacio: el diván . Freud hizo las siguientes advertencias: “los invita [a los pacientes] a recostarse cómodamente en el diván, mientras él se sienta detrás en una silla, fuera de su campo visual” (Freud, 1904. SE: 7. p. 250). Son varias las razones que empujan a Freud a hacer esta sugerencia. Las razones históricas: en los casos clínicos de “Estudios sobre la histeria”, Freud señala que los pacientes que visitaba con frecuencia se recostaban en un diván o un sillón y preferían permanecer en esa posición, especialmente si cerraban los ojos para hablar de sus dolencias. Más adelante, añade un motivo subjetivo para evitar la posición cara a cara: el sentimiento de incomodidad y la falta de libertad cuando se es observado por el paciente. Pero da otras razones: “[…] [al paciente] se le ahorra el esfuerzo muscular y cualquier distracción sensorial que pueda desviar su atención de su propia actividad mental” (Freud, 1904. SE: 7. p. 250). Y para el analista: “Y como, mientras escucho, yo mismo me abandono al decurso de mis pensamientos inconscientes, no quiero que mis gestos ofrezcan a mis pacientes material para sus interpretaciones o influyan en sus comunicaciones” (Freud, 1913. SE: 12. p. 134). Cien años después, la experiencia nos permite constatar que estas

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