Diccionario enciclopédico de psicoanálisis de la API

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facilitados e inhibidos. Rara vez “conocemos” el campo. Por lo general, el campo llama nuestra atención solo a través de lo que percibimos o sentimos como sus influencias. Reflexionar explícitamente sobre el significado del campo requiere un esfuerzo consciente que pocas personas, aparte de psicoterapeutas y psicoanalistas debido a sus intereses profesionales, tienen motivos para llevar a cabo. De hecho, hay muchas circunstancias, o aspectos del campo, que ni siquiera admiten la posibilidad de tal reflexión. A nivel fenomenológico, a medida que cambia la naturaleza del campo – generalmente sin atraer nuestra atención consciente–, los diferentes tipos de relación se sienten más obvios o naturales para los participantes. El paciente y el analista se colocan más fácilmente dentro o fuera de ciertos patrones relacionales. Estos eventos pasan desapercibidos, no se les da mayor importancia: son, en una palabra, “naturales.” A medida que un tipo de relación se vuelve natural (por ejemplo, la simpatía), otros tipos de relación (la irritabilidad) caen en un segundo plano y se hacen menos cómodas, fáciles o naturales de crear en ese entorno, o incluso se evitan activamente, a veces con un propósito dinámico inconsciente (es decir, un propósito defensivo inconsciente). De esta perspectiva surgen otras dos observaciones: primero, si tomamos en cuenta las influencias facilitadoras e inhibidoras del campo en los contenidos de las mentes individuales, también debemos entender que la libertad para facilitar el máximo rango de experiencias espontáneas descanse en el grado de flexibilidad y libertad del campo. Segundo, el grado de flexibilidad del campo se define por el rango de afinidad disponible a los participantes. III. Abc. La intersubjetividad como una dimensión central del psicoanálisis relacional La perspectiva relacional en psicoanálisis empezó a surgir en los años ochenta, en los Estados Unidos, a raíz de la publicación “Las relaciones objetales en la teoría psicoanalítica” de Jay Greenberg y Stephen Mitchell (1983), que planteaba un modelo relacional/conflictivo de la mente, en contraposición al modelo pulsional/conflictivo. A medida que se desarrollaba la teoría relacional, a través de una síntesis de una serie de perspectivas compatibles con el modelo relacional/conflictivo (psicoanálisis interpersonal americano, teorías de las relaciones objetales en sus variantes independientes kleinianas y británicas, psicologías del sí mismo poskohutianas con énfasis intersubjetivista y otras), el avance y la aplicación de teorías que ponían de relieve la dimensión intersubjetiva desempeñó un papel crucial en el psicoanálisis y la psicología del desarrollo. Debido a que el psicoanálisis relacional es una perspectiva heterogénea que representa una variedad de síntesis complementarias e integraciones dentro de su perspectiva, se pueden encontrar diversas formas de entender y aplicar la teoría de la intersubjetividad entre los analistas que se identifican como “relacionales”. Los teóricos del apego, el Grupo de Estudio de los Procesos de Cambio de Boston (BCPG) y Jessica Benjamin (2004), siguiendo a Winnicott, han hecho hincapié en los aspectos del desarrollo de la intersubjetividad. Benjamin en particular destaca el reconocimiento mutuo, la ruptura y la reparación, y pone especial

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