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describir algo que sabemos sobre el análisis, pero hasta ahora no hemos sido capaces de pensar (p. 8). En sus escritos, Bollas elabora y refina sus propios pensamientos sobre el sí mismo verdadero, el cual gradualmente substituye por el término “idioma”. Lo hace, en parte, porque siente que “el uso excesivo de un término … [conduce a la pérdida de] sentido a través de un uso embrujador que devalúa el potencial no pensado de cualquier palabra” (1992, p. 64), pero también porque desea encontrar su propio camino en esta área esquiva. En el capítulo, “La función múltiple del psicoanalista” ( Fuerzas de destino 1989), escribe: “El sí mismo verdadero no puede describirse en su totalidad. No es tanto una articulación del significado mediante palabras que le permitan a uno aislar una unidad de significado como en la ubicación de un significante, sino más bien un movimiento de música sinfónica … Cada individuo es único y el sí mismo verdadero es un idioma de organización que busca su mundo personal mediante el empleo de un objeto … la fabricación de la vida es como una estética: una forma revelada a través de la forma de pensar del sujeto” (1989, pp. 109-10). En el capítulo, “El objeto transformacional”, en “La sombra del objeto: psicoanálisis de lo sabido no pensado” (1987), Bollas explora los comienzos de la elaboración de la estética individual por parte del niño, algo que está intrínsecamente relacionado con un ambiente temprano facilitador. Si la madre no responde con sensibilidad al gesto espontáneo del bebé, se bloquearán sus expresiones idiomáticas tempranas y se reemplazarán por adaptaciones falsas. Pero si ella es sensible al sí mismo emergente del bebé, tendrá la capacidad, a través de interacciones sutiles conscientes e inconscientes con su bebé, de responder a la comunicación del sí mismo verdadero del bebé. En “La sombra del objeto” se mantiene cercano a la formulación de Winnicott cuando describe al sí mismo verdadero como “el núcleo histórico de las disposiciones instintivas y yoicas del infante” (Bollas, 1987, p. 51; La sombra del objeto , p. 74), “el núcleo del sí mismo” (p. 208; p. 185) o cuando vincula el sí mismo verdadero al concepto de represión primaria de Freud, como “esa disposición heredada que constituye el núcleo de la personalidad, que se ha transmitido genéticamente y existe como un potencial en el espacio psíquico,” y sitúa el sí mismo verdadero en “el núcleo de lo sabido no pensado” (p. 278; p. 332-33). En “Fuerzas de destino”, Bollas (1989) formula una diferencia crucial ente el “hado” y el “destino”. Vincula el hado al concepto de sí mismo falso y la vida reactiva, y el destino a la realización del potencial interno de la persona. En “La pulsión de destino”, el capítulo 4, articula su creencia de que este sentido de destino es el curso natural del sí mismo verdadero a través de los múltiples tipos de relaciones objetales, y
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