Diccionario enciclopédico de psicoanálisis de la API

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proyectado sobre él. 4. El contacto entre el sí-mismo-Yo del analista y el sí-mismo-Yo del paciente. En esta configuración, el contacto con el paciente es más profundo: se amplían los canales preconscientes y las funciones exploratorias del yo observador del analista, que pueden iluminar, profundizar y conseguir ponerse en contacto con partes del paciente y de sí mismo. En este caso, el analista no deduce, pero ve más: prevalecen los procesos introyectivos sobre los proyectivos, y los procesos proyectivos del paciente, experimentados por el analista, no solo son objetos de comunicación verbal, sino que a menudo se tratan a través de la identificación y un juego creativo. Por lo general, Bolognini (1991) aboga por una definición más amplia del concepto del sí mismo. Según esta definición, el sí mismo correspondería a la realidad interna (incluidas las representaciones objetales) que resulta ser una parte duradera, caracterológica y constituyente del mundo mental de una persona, y que puede ser el objeto de su experiencia subjetiva. Visto de esta manera, la parte nuclear del sí mismo es la parte en la que los elementos que han sido objeto de identificación proyectiva forman, de manera más profunda y auténtica, un núcleo orgánico con la constitución somatopsíquica hereditaria de la persona. En este nivel, cualquier trabajo psicoanalítico que implique la desidentificación será inevitablemente inapropiado y destructivo. Este sí mismo nuclear se relaciona con una identidad profunda (el equivalente del “sí mismo verdadero” de Winnicott). La imagen general formada por los objetos internos, el sí mismo nuclear y sus relaciones pueden transmitir una atmósfera emocional básica del sí mismo cuyas fluctuaciones ocasionales se pueden percibir en el estado mental del paciente, en el contenido de sus sueños y en la atmósfera de la sesión. El analista puede optar por observar este teatro de ensueño o participar activamente en él. En el primer caso, trabaja principalmente por el yo; en el segundo caso, pone en juego su propio sí mismo. Diversas combinaciones y permutaciones del trabajo analítico que abarcan los contactos entre el yo y el sí mismo del analista y del paciente van de la mano y conducen a procesos que comprenden el crecimiento y las emancipaciones del yo (del ello y el superyó), por un lado, y la expansión y el enriquecimiento del sí mismo, por otro lado: “La experiencia nos enseña que, en un buen análisis, estos dos procesos de desarrollo están destinados a reunirse y combinarse armoniosamente, a pesar de lo que digan los teóricos prominentes de la técnica: el resultado es una persona con un yo válido y un sí mismo rico…” (Bolognini 1991, pp. 348-349). VI. C. El sí mismo en francés y en la tradición relacionada con el francés Jean-Bertrand Pontalis Pontalis (1977/1983) describió áreas intermedias entre el sueño y el dolor psíquico, en las que, en su opinión, se produce el nacimiento y reconocimiento del sí mismo. Según este punto de vista, no es tanto el placer, sino el sufrimiento, un aspecto intensamente subjetivo del dolor, lo que contribuye a la estructuración psíquica y la “subjetivización”, puesto que influye y pone al descubierto la condición del sujeto/sí mismo.

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