Diccionario enciclopédico de psicoanálisis de la API

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propias matrices originales, por un lado, y con su propio devenir en el otro, por otro lado. Autos mantiene el sí mismo en un estado de equilibrio permanentemente e inestable entre la dimensión conservadora y la dimensión transformadora, pasando así de la heteronomía (obediencia a la ley del otro) a la autonomía (la construcción del símbolo en torno al cual articula su propia ley). Stefano Bolognini (1991) ha desarrollado una teoría del sí mismo centrada en la díada paciente-analista en acción. Bolognini subraya las diferencias entre los términos “Yo” y “Sí mismo”. Define el “Yo” según Laplanche y Pontalis (1967) como: (1) el núcleo de la conciencia y el conjunto de funciones mentales activas; (2) el organizador de las defensas; (3) el mediador entre la realidad externa, el ello y el superyó. El “sí mismo” es el conjunto de representaciones que atañen a la persona misma cuando es un objeto (potencial o real) de su propia experiencia subjetiva. A diferencia del yo, el ello y el superyó, que son componentes dinámicos del aparato psíquico, el sí mismo es un contenido del aparato, de la misma forma que las representaciones objetales. Al tratarse de una unidad con continuidad en el tiempo, el sí mismo está configurado como una estructura interna de la psique que, sin embargo, tiene una ubicación compleja: varias representaciones del sí mismo, a menudo conflictivas, se distribuyen en el yo, en el ello y en el superyó (Kohut, 1971). Por consiguiente, el sí mismo parece ser en parte consciente, en parte inconsciente. Bolognini propone un modelo de interacción del Yo y el Sí mismo en la díada paciente/analista, donde explora cuatro combinaciones: 1. El contacto del Yo del analista con el Yo del paciente, mediante el cual se comunican porciones de la vida psíquica del paciente a nivel consciente. El objetivo de la relación es proporcionar el equivalente de un mapa geográfico para hacer posible que el paciente tenga nuevos ideas y puntos de vista sobre sí mismo. La pareja no ingresa en el mundo interior, sino que explora el espacio superficial, ya que éste podría ser una forma informativa y explicativa de trabajar en el análisis. 2. El contacto entre el Yo del analista y el sí mismo del paciente. En este caso, el analista puede organizarse en una condición bastante estabilizada de receptividad preconsciente, mientras mantiene su propio centro de gravedad experiencial en el yo consciente, en situaciones en que el paciente está preparado para un intercambio más profundo y completo. El analista también es capaz de notar intrusiones proyectivas del paciente, que identifica como elementos del no sí mismo, y de volver, formulando hipótesis dinámicas, a los procesos internos del paciente, incluidos los escenarios de la vida onírica de su paciente. 3. El contacto entre el sí-mismo-Yo del analista y el Yo del paciente. En este caso, el analista utiliza la resonancia de su propio sí mismo para identificar, comparativamente, las áreas subdesarrolladas o inaccesibles del sí mismo del paciente, pero también experimenta, en su propio sí mismo, las formas, los niveles y la fuerza con que el Yo defensivo e inconsciente del paciente suspende, sofoca o generalmente cancela el contacto subjetivo del paciente con su propio sí mismo (Bollas, 1987). Un contacto amplio y profundo con su propio sí mismo le permite al analista recibir, experimentar y discernir las partes de la vida mental del paciente (objeto y funciones) que se han dividido y

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