Diccionario enciclopédico de psicoanálisis de la API

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VI. Dc. El Sí mismo en el psicoanálisis infantil Frances Tustin (1981), en su estudio de los estadios primitivos del desarrollo, retoma el concepto de la fase autística normal en la primera infancia, el cual define como un estado centrado en el cuerpo, dominado por las sensaciones, que constituye el núcleo del sí mismo y está asociado a una autosensualidad relativamente indiferenciada. Describe que, en este estadio, el cuerpo del niño y sus sensaciones sientan las bases para la constitución de un sí-mismo corporal fundamental para el desarrollo posterior de la identidad. En esta fase, los objetos de la realidad externa, incluida la madre, se incorporan en forma de objetos de sensación pertenecientes al cuerpo, precursores de la relación futura del bebé con objetos no yo, experimentados de forma separada del cuerpo al que el niño debe adaptarse. Tustin también enfatiza que el niño debe haber desarrollado primero un sentido del sí mismo que sea distinto y separado de los demás para poder desarrollar una conciencia social de los demás. La manera en que el bebé desarrolla este tipo de conciencia es esencial para la adquisición del sentido de identidad individual. La sensualidad del bebé en el estado de autismo primario normal se combina con la adaptabilidad de la madre proveniente de su preocupación materna, que protege a su hijo desde las experiencias del “no sí mismo”, en una especia de “útero posnatal”. Tustin teoriza un constructo autosensual para describir la forma en que el niño experimenta a la madre como parte de su cuerpo. Las capacidades que adquiere el bebé en este estadio, mediante los “objetos de sensación”, entran en juego en el uso posterior de objetos reconocidos como no sí mismo. La adquisición de estas capacidades ayuda al niño a soportar las adaptaciones necesarias para hacer frente a la realidad externa separada del sí mismo. Más tarde, Tustin propuso una clasificación clínica del autismo patológico basada en los mecanismos de defensa que el niño pone en práctica para protegerse de las fallas en la elaboración de la separación del sí mismo del no sí mismo. En niños “encapsulados”, el desarrollo psicológico está bloqueado, el “sí mismo corporal” mantiene una separación de las sensaciones y el no sí mismo se encuentra encapsulado en el sí mismo. Dichos niños mantienen una condición fusionada al separarse de sus propias sensaciones e incluir el “no sí mismo” (sensaciones derivadas del cuerpo del otro: sus gestos, acciones, emociones, etc.) en su propio sí mismo. Estos niños se aferran a objetos duros que son fuente de sensaciones frías y metálicas. Estas sensaciones ayudan al niño a construir una representación somatopsíquica del caparazón en el que están encapsulados. En los niños “confundidos”, por el contrario, el sí mismo se encuentra fragmentado y confundido con el no sí mismo y el desarrollo psicológico está sumamente desorganizado. El no sí mismo está envuelto por el sí mismo y encerrado en él por medio de sensaciones corporales excitantes. Tanto en niños encapsulados como confundidos, el núcleo central consiste en el intento de mantener una condición fusionada entre el sí mismo y el no sí mismo.

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