Diccionario enciclopédico de psicoanálisis de la API

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“El primero es el trabajo con niños autistas y desfavorecidos, donde un sí mismo es apenas visible o casi inexistente. A veces esto se debe a que el objeto es demasiado dominante, y otras veces a que el objeto apenas existe, en cuyo caso el niño puede parecer apenas humano. El segundo es el estudio del neonato, y el tercero es el estudio de niveles extremadamente tempranos de funcionamiento infantil en niños con retrasos severos del desarrollo” (ibid., p. 12). Al estudiar el sí mismo y sus orígenes más tempranos, amplía la noción kleiniana de las ansiedades que afectan el sí mismo, dominado por la posición esquizo- paranoide, y sostiene (Alvarez 1992, 1999) que las ansiedades de las personas que funcionan a en la posición esquizo-paranoide, merecen más atención de la que han recibido. Con el sí mismo y los objetos, y sus respectivas partes entremezcladas, la cuestión de dónde termina el sí mismo y donde empiezan los objetos internos tiene importantes implicaciones clínicas y técnicas. Asumiendo el consenso general de que los objetos internos no son réplicas o representaciones exactas de los objetos externos, sino más bien una amalgama de figuras externas y proyecciones de partes del sí mismo, y de que el sí mismo se compone de un núcleo interno amalgamado con capas y capas de identificaciones y respuestas internalizadas, aun así, es necesario hacer una distinción teórica y técnica entre sus componentes. En ciertas circunstancias, la decisión clínica de ir por el carácter objetual de la figura o por la sí-mismidad puede ser decisivo para el paciente. La autora ofrece ejemplos (Bach, Mayes, Alvarez, Fonagy, 2000) de tales decisiones clínicas en su trabajo con una serie de sueños en que, a primera vista, las figuras autoritarias críticas y rechazadoras parecen estar llenas de alteridad y, aunque uno podría descubrir más tarde que las figuras contenían algunos aspectos del sí mismo del paciente, ella se preguntaría primero sobre la naturaleza del objeto maternal interno. Alvarez explica que su preferencia por ver primero la figura autoritaria como un objeto interno (en lugar de un aspecto del sí mismo) depende del grado de alteridad que contenga la figura. Más tarde, cuando la figura autoritaria evoluciona y adquiere características más benignas, también podría considerarse y explorarse como parte del sí mismo, pero si al principio parece estar llena de alteridad (crítica, rechazo), la autora empezaría por explorar las motivaciones de la figura. Alvarez sigue la imagen kleiniana de la mente contenedora de un mundo interno con aspectos (más o menos integrados) del sí mismo y varios objetos internos (Alvarez, 1999). Algunos ejemplos pertinentes se encuentran en niños con aparentes dificultades de aprendizaje debido a la omnipotencia, la vergüenza o la desesperación motivadas por un objeto interno que consideran estúpido u obstaculizado. Esto hace que los niños se hagan pasar por estúpidos para “hacer compañía al objeto”. A medida que el objeto interno se hace más robusto, viable y más inteligente, los niños pueden empezar a manifestar y utilizar su inteligencia.

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