Diccionario enciclopédico de psicoanálisis de la API

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II. D. El período de latencia y el trabajo psíquico regresivo “La interpretación de los sueños” (1900a,b) fue producto de la atención que Freud prestó al trabajo psíquico que se lleva a cabo durante el período intermedio, lo que Charcot llama período de incubación psíquica o elaboración psíquica, que Freud rebautizó como período de latencia. Esto le permitió a Freud tomar en cuenta una operación psíquica nueva: el acto de latencia. El período de latencia puede observarse fácilmente entre las dos fases del desarrollo de la sexualidad, pero también se observa en el funcionamiento mental ordinario. El acto de poner algo en latencia es una operación comprendida en la teoría de los sueños: en la oscilación entre el día y la noche, particularmente observable por sus efectos posteriores en las sesiones de hipnosis y análisis. Los sucesos intermedios, es decir, la noche y la sesión de análisis, constituyen períodos de latencia ocupados por un trabajo psíquico inconsciente específico. El trabajo onírico y sus resultados: la regeneración libidinal al despertar, el recuerdo y la narrativa onírica, se convierten en prototipos de actividades psíquicas regresivas que se consiguen en la pasividad de la latencia (Chervet, 2009). La lógica de la regresión asociativa, de la escena I (reciente) a la escena II (del pasado), es parte del proceso de rememoración que sigue el camino regresivo. Para Freud, solo la expresión manifiesta del síntoma se encuentra en el camino progresivo. El acto de recordar es lo que vincula la adolescencia con la infancia, que comienza con la adolescencia. Es la precocidad sexual del suceso traumático (escena II) lo que se reactiva en la escena I durante el resurgimiento de los impulsos de las pulsiones en la pubertad. La dimensión sexual que comparten las escenas (II) y (I) es evidente. Por ello, lo que se conoce como efecto retardado y shock inicial varía según si se mira desde el punto de vista de la génesis del síntoma o del discurso de las sesiones. Según la lógica del shock, la aparición del síntoma es el efecto diferido; según la lógica de buscar un efecto catártico, son los recuerdos sucesivos los que, empezando por el síntoma, constituyen los efectos diferidos. De hecho, según la lógica psicoanalítica, todo recuerdo es un efecto diferido de un recuerdo inconsciente que ha adquirido, tras su represión, el valor de suceso traumático (Freud, 1895b). En el primer modelo, el efecto está vinculado a un suceso traumático; en el segundo, al recuerdo; y en el tercero, a la transferencia al análisis y la necesidad de verbalización de la atracción regresiva Más adelante, Freud generalizó este modelo en general a los recuerdos y al retorno de lo reprimido. La idea del retorno se convierte en el corolario del efecto retardado. En “El hombre de los lobos” (1918c), la sesión no solo es la impulsora de los efectos diferidos, sino que ella misma se convierte, junto con la transferencia, en un efecto diferido.

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