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Todas las intervenciones explicativas, ya sean destinadas a abordar la defensa o impulsar los derivados de la pulsión, corren el riesgo de encallar el discurso en la certeza de las identificaciones, es decir, en una deshumanización del sujeto que bloquea el juego de significados, que son la carta de presentación del deseo. III. H. Autores franceses no lacanianos Jean Laplanche (2004) propuso una teoría del conflicto psíquico basada en su teoría del inconsciente y las pulsiones. Se centró en la relación primordial con el otro adulto, que él describe como el emisor de mensajes enigmáticos (sexuales e inconscientes). A partir de la oposición fundamental entre el amor y el odio , Laplanche propone que existe una oposición entre la sexualidad desligada (erótica) y la sexualidad ligada (narcisista y/o relacionada con el objeto), ambas en un nivel de fantasía inconsciente. De hecho, ambas se hallan en relación dialéctica con el nivel pre-psíquico de la autoconservación, lo que indica la preexistencia de algún tipo de “cableado” psicofisiológico caracterizado por la ternura y la agresividad natural. En bebés humanos, este “cableado” se ve inmediatamente invadido por los mensajes enigmáticos del otro. En el nivel del funcionamiento autoconservador, uno podría encontrar la ternura (término de Freud), o el apego. El segundo nivel es el de lo erótico, cuya descripción data de los Tres ensayos . Finalmente, el tercer nivel es el del amor del objeto total, del Eros a la vez narcisista y relacionado con el objeto (Laplanche, 2004, p. 468). Los mensajes de los adultos no se mantienen en un solo nivel consistente: el del cuidado y la ternura. En la situación de contacto físico cercano, las fantasías sexuales de los padres se despiertan y fuerzan su entrada o se insinúan en el corazón de la relación de autoconservación. Los mensajes están “comprometidos” – en el sentido psicoanalítico del término – y lo están de forma inconsciente también para el remitente del mensaje. El niño que intenta dominar estos mensajes enigmáticos los recupera a través de los códigos de los que dispone. En este sentido, la denominada pulsión de muerte es, en efecto, la “pura cultura” de la otredad que detectamos en las capas más profundas del inconsciente. Esto también es así en las capas más inaccesibles del ello. Sin embargo, muy pronto, a partir de la actividad del yo, y con la ayuda del entorno cultural, aparecen escenas fragmentarias, fragmentos de secuencias fantasmáticas que serán absorbidas progresivamente por las grandes fuerzas organizativas, los complejos de Edipo y la castración. Las fuerzas de ligazón de la psique no son menos sexuales que las otras fuerzas. Sin embargo, siempre parten de ciertas totalidades: la totalidad del ser humano de un ser unificado; la totalidad del yo, de su forma y sus ideas. Por tanto, en la gran oposición entre las pulsiones de vida y muerte, así como la oposición entre la ligazón y la desligazón , funcionan en el interior del aparato psíquico. El recién nacido se esfuerza por traducir los mensajes seductores y
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