Diccionario enciclopédico de psicoanálisis de la API

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conservador: “ Una pulsión sería entonces un esfuerzo, inherente a lo orgánico vivo, de reproducción de un estado anterior que lo vivo debió resignar bajo el influjo de fuerzas perturbadoras externas; sería una suerte de elasticidad orgánica o, si se quiere, la exteriorización de la inercia en la vida orgánica.” (Freud 1920, p. 36 [36] énfasis en el texto original traducido). La idea de que una pulsión es una tendencia inherente a la vida orgánica que se esfuerza en retornarla a un estado previo contradice la noción de que, al mismo tiempo, sea la expresión de la inercia, ya que una implica movimiento, y la otra, su detención. No obstante, Freud reconoce lo contradictorio del alcance universal del carácter conservador de las pulsiones, y afirma: “junto a las pulsiones conservadoras, que compelen a la repetición, hay otras que esfuerzan en el sentido de la creación y del progreso” (ibid. [p. 37]). Trata de superar esta objeción cuando afirma que las pulsiones de vida también son conservadoras, dado que “ la meta de toda vida es la muerte ” (ibid. p. 38 [38] énfasis en el original traducido). Freud sostiene su propuesta de una pulsión de muerte al vincularla (paradójicamente) con las consideraciones psicoanalíticas del principio del placer, que a su vez Freud deriva del principio de constancia de Theodor Fechner, desde el campo de la psicofísica . Para reforzar su tesis, Freud también recurre a la conducta migratoria (instintiva) de peces y pájaros. Asimismo, sostiene que “en los fenómenos de la herencia y en los hechos de la embriología tenemos los máximos documentos de la compulsión de repetición en el mundo orgánico.” (ibid., p. 37 [37]; énfasis añadido). En pasos sucesivos de derivaciones teóricas más complejas, Freud distingue Eros y Tánatos por sus características temporales: “uno de los grupos pulsionales se lanza, impetuoso, hacia adelante, para alcanzar lo más rápido posible la meta final de la vida; el otro, llegado a cierto lugar de este camino, se lanza hacia atrás para volver a retomarlo desde cierto punto y así prolongar la duración del trayecto” (ibid., p. 41 [40]). III. Abd. La teoría tardía de las pulsiones en la era de la teoría estructural/ segunda tópica (1923-1940) Cuando Freud cambió su (primera) tópic (inconsciente /preconsciente/consciente) por la segunda tópica o teoría estructural (Ello/Yo/Superyó), en 1923, el yo y las pulsiones también sufrieron una reformulación. Las dos clases de pulsiones presentadas en 1920, Eros y Tánatos, ahora “se conectan entre sí, se entremezclan, se ligan” (1923, p. 41 [42]) y se emplazan en el Ello. Freud escribió: “Las peligrosas pulsiones de muerte son tratadas de diversa manera en el individuo: en parte se las torna inofensivas por mezcla con componentes eróticos, en parte se desvían hacia afuera como agresión, pero en buena parte prosiguen su trabajo interior sin ser obstaculizadas.” Y añadió: “el ser humano, mientras más limita su agresión hacia afuera, tanto más severo –y por ende más agresivo– se torna en su ideal del yo” (ibid., p. 54 [54-55]). En el contexto de la teoría estructural (Freud, 1923, 1926), donde los instintos se originan en el Ello, pero las pulsiones también actúan en el Yo y el Superyó, la

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