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“El yo existe y actúa desde el momento del nacimiento. Al principio, acusa una considerable falta de cohesión y está dominado por mecanismos de escisión. El peligro de ser destruido por el instinto de muerte dirigido contra el sí-mismo contribuye a la disociación de los impulsos en buenos y malos y, en virtud de la proyección de dichos impulsos en el objeto primario, también se disocia a éste en uno bueno y otro malo. En consecuencia, en las etapas más tempranas la parte buena del yo y el objeto bueno están, en cierta medida, protegidos, ya que se evita que la agresión se dirija contra ellos. Estos son los procesos específicos de escisión que, como he señalado, constituyen la base de una seguridad relativa en el bebé muy pequeño, hasta donde es factible lograr seguridad en dicho período; mientras que otros procesos de escisión, como los que conducen a la fragmentación, son nocivos para el yo y su fortaleza.” (Klein, 1963: p. 300) La pulsión hacia la integración “va creciendo a medida que el yo se desarrolla. Este proceso de integración está basado en la introyección del objeto bueno, que inicialmente es un objeto parcial: el pecho de la madre, si bien otros aspectos de ésta también entran a formar parte de la relación más temprana. Si el objeto bueno se establece con relativa firmeza, se convierte en el núcleo del yo en desarrollo.” (Klein, 1963: p. 301) “…de poder alcanzarla, la integración tendría el efecto de mitigar el odio por medio del amor, reduciendo así la violencia de los impulsos destructivos. El yo sentiría entonces una mayor seguridad, no solo con respecto a su propia supervivencia, sino también a la de su objeto bueno… Sin embargo, cuesta mucho aceptar la integración. La unión de los impulsos destructivos y amorosos, y de los aspectos buenos y malos del objeto, despierta el temor de que los sentimientos destructivos puedan sofocar los sentimientos amorosos y amenazar al objeto bueno. Así, existe un conflicto entre la búsqueda de la integración como protección contra los impulsos destructivos, y el miedo a la integración por la posibilidad de que los impulsos destructivos amenacen al objeto bueno y a las partes buenas del sí- mismo.” (Klein, 1963: p. 301-2) El principal foco de su teoría e la preservación del objeto bueno en el interior. También presta mucha atención al efecto de las fuerzas destructivas sobre el objeto bueno que se retiene adentro, pero dirige su enfoque terapéutico a ayudar a que prevalezcan las fuerzas amorosas y constructivas. Según Klein, “Un bebé satisfecho, que succiona el pecho con fruición, calma la ansiedad de su madre; a su vez, la felicidad de la madre se trasunta en su forma de manejarlo y alimentarlo, con lo cual reduce la ansiedad persecutoria de su bebé y estimula su capacidad para internalizar el pecho bueno.” (1963: p. 312) La teoría de Klein, como la de Freud, está basada en la pulsión. Sus diferencias radican en la periodización, el contenido de la última fase del desarrollo (y de la terapia) y en la importancia relativa de los factores internos vs. los factores externos (ambientales) en el desarrollo y la etiología de la psicopatología: la teoría de Klein
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