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superyó. Destaca que, aunque todo el mundo experimenta conflictos (que incluyen elementos pulsionales), el superyó (Beres, 1958; Brenner, 1982a, b; Bernstein, 1983; Blum, 1985; Milrod, 2002), los afectos (Brenner, 1979, 1991, 2006), la realidad y las defensas (Cooper, 1989), en individuos con patologías graves hay además déficits en la prueba de realidad, integración y abstracción (Bellak, 1989), así como en las relaciones objetales (Kernberg, 1975). En tales casos, los factores pulsionales, las defensas y las formaciones de compromiso no son suficientes para el diagnóstico. Sin embargo, en las “neurosis”, donde las funciones del yo, las fortalezas del yo, las relaciones objetales y el superyó están relativamente intactas, basadas primariamente en el conflicto estructural y las formaciones de compromiso desadaptativas, la evaluación de los deseos pulsionales libidinales y agresivos constituye un componente importante del diagnóstico (ver también Waelder, 1936). (Ver la entrada PSICOLOGÍA DEL YO). IV. Ff. James Grotstein: Ejemplo de una perspectiva norteamericana (pos-) bioniana sobre la pulsión de muerte Influenciado por el pensamiento kleiniano, bioniano y freudiano actualizado, James Grotstein (1977a, b; 2000) propone una reformulación original del concepto de pulsión de muerte. Grotstein teoriza que el “instinto epistemofílico”, el instinto libidinal y la pulsión de muerte son tres facetas de un instinto de vida unitario e isomorfo, cuya función es mantener a los individuos y grupos en vida. La propuesta de Grotstein (2000) es que “la pulsión de muerte es un concepto válido para la teoría psicoanalítica. Representa una parte de un principio instintivo- innato más amplio, que ha sido ‘programado’ en el ADN de nuestros cromosomas – tanto en sentido literal como figurado. Desde esta perspectiva, la pulsión de muerte podría entenderse mejor como una organización defensiva innata e indiferenciada en su forma más incipiente” (Grotstein, 1977a, b). Sus manifestaciones, advertencias e impulsos (las llamadas “pulsiones agresivas”) son mensajeros de ARN enviados desde la plantilla del ADN para alertar al organismo de peligros tanto del mundo externo como del mundo interno, e instituir tácticas y estrategias defensivas. La plantilla de la pulsión de muerte contine el palimpsesto de la historia de los terrores sufridos por todos los organismos vivos y extintos. Las experiencias actuales resuenan con la “sabiduría” de esta plantilla innata, provocando así señales de terror o peligro en el organismo. El pánico orgánico es la primera respuesta incipiente del organismo ante el peligro. La contención materna permite la maduración de este pánico en señales de angustia específicas, que pueden identificar con mayor claridad la individualidad del peligro y anticiparse a él. En este contexto, Grotstein teoriza que la angustia ante extraños descrita por Spitz (1965) es una de las primeras manifestaciones de la pulsión de muerte; lo “extraño” evoca la experiencia temible de la posible presencia de un depredador en la mente del infante (p. 473).
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