Volver a la tabla de contenido
oportunidad para encontrar el “verdadero” sí-mismo reflejado; mientras que para Lacan (1977 [1949]) el reflejo señala el comienzo de una alienación que dura toda la vida, en que el yo, anhelando ser el objeto de deseo del otro, adopta otras formas para ser él mismo. La “realidad” de la intrusión del otro que preocupa a Lacan, sin embargo, no hace referencia a características concretas de la personalidad del otro o aspectos de su conducta, sino a “los significantes” que parecerían haber sido tragado con leche materna. Este flechazo o “pinning” [“alfiler”, del inglés] identificativo del sujeto inconsciente, que combina los discursos del otro “cercano” del primer cuidador con los del otro “lejano” de la comunidad y la cultura, fue lo que le llevó a tratar de detectar “significantes” clave en el tratamiento. Aulagnier (2001 [1975]), una antigua discípula de Lacan, profundizó la comprensión del papel íntimo del cuidador temprano en la “actividad de representación” del bebé. Señaló que los infans experimentan una “violencia de anticipación” inevitable en la “sombra hablada” del discurso materno. Además, destacó el protagonismo de la “acción diferida” de nombrar el afecto (diferida porque ocurre después de que la madre haya observado la respuesta del niño y antes de que el niño sepa cómo expresarlo solo) que, al designar la relación del niño con los demás catectizados por él, “identifica y constituye el yo” (p. 97). Para Winnicott, el objeto también toma mucho protagonismo en el nacimiento de un aparato psíquico funcional, capaz de distinguir la fantasía de la percepción. El objeto maneja esta transformación y construcción a través de dos tipos de interacciones con el bebé. En primer lugar, está lo “creado-encontrado” en la oferta materna programada para ser empática, que aparece justo cuando el bebé lo necesita. Entonces, la “supervivencia” del objeto al ser “usado” como objeto pulsional ayuda al bebé a diferenciar sus deseos de la realidad externa. Winnicott (1960b, p. 141) afirma que, para el bebé, los impulsos y afectos instintivos son tan ajenos al yo como un trueno. Es gracias a la negociación entre las dos categorías de interacción: “lo creado-encontrado” y el “uso del objeto” (1953, 1969) que el bebé identifica gradualmente la pulsión y la distingue de las fuerzas ambientales. Por tanto, se puede decir que este particular “encuentro” entre el impulso objetal espontáneo del bebé y la “respuesta” de los padres moldea, literalmente, la experiencia intrapsíquica del sujeto. Antes de que la pulsión pueda sentirse como parte de uno mismo, debe rebotar en la respuesta del otro externo; por tanto, en vez de “innata”, la pulsión, para Winnicott, es algo “construido” en interacción con el otro. Green (1975, 1985, 2005, 2007, 2011) ha proporcionado otra gran reflexión sobre el papel del objeto de Winnicott, es decir, sobre la calidad de la presencia psíquica del cuidador externo (otro). El yo naciente se siente abrumado tanto si la estimulación es desproporcionada como si es insuficiente; ambos extremos perjudican el potencial transformador del nebenmensch . Green señaló que la capacidad winnicottiana “de estar solo en presencia del otro” (1958) requería un padre o madre suficientemente bueno para mantenerse a una distancia óptima, es decir, óptimamente ausente. Esta ausencia, según Green, no es una pérdida sino “una presencia potencial, una condición para que aparezcan no solo los objetos transicionales sino también los objetos potenciales que
655
Made with FlippingBook - Online magazine maker