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Ningún objeto material puede satisfacer la pulsión. Este es un punto esencial en el pensamiento de Lacan. Aun así, el objeto es la causa del deseo. Movilizada por el objeto, la pulsión tiene sus metas en otra parte. Según Lacan, la pulsión “gira” en torno al objeto: no lo alcanza ni posee. De esta manera, el objeto permanece relativamente indiferente a la pulsión. En segundo lugar, según Lacan, todas las pulsiones son pulsiones parciales dentro del ámbito de la sexualidad biológica. Esto impone un vínculo de la pulsión con la sexualidad. La pulsión es el montaje mediante el cual la sexualidad participa en la vida psíquica. Las pulsiones son siempre parciales por el lugar que ocupan en una estructura de intercambio circular. Por ejemplo, existe la experiencia de “ver para ser visto” (el sujeto ve que es visto por el objeto). Lacan intenta superar la oposición entre actividad y pasividad y define al sujeto a través del recorrido de un proceso de intercambio circular, un proceso de reversibilidad. Este es un punto esencial en la concepción de Lacan. Para Lacan, lo que miramos es lo que no puede ser visto. La pulsión apunta a un objeto ausente, aún faltante. Si las pulsiones son siempre parciales, se abren preguntas sobre el lugar de la pulsión genital y el amor. Para Lacan, la pulsión genital y el amor pertenecen a otra lógica que la de las pulsiones parciales. Son parte de una lógica narcisista en que la que el par “amar/ser amado” ocupa un lugar dominante. Esta lógica puede comprenderse en la organización del complejo de Edipo y del parentesco. Se refiere a la cultura y a los sistemas de comunicación que están en su centro. Es en relación con lo que Freud llamó “pulsiones yoicas” (que para Lacan no son pulsiones) que debe plantearse la cuestión del amor. El “sí mismo”, el “sí mismo como sujeto” ( das Ich ) no es una pulsión. Pero las pulsiones parciales participan, sin embargo, en la transformación de las pulsiones de autoconservación en pulsiones “sexuales” al apropiarse de los movimientos y “pulsiones” del campo de la autoconservación. Esta es la interpretación lacaniana del Anlehnung/anaclisis , también elaborada por Laplanche (ver más abajo). Para Lacan, las pulsiones de vida y de muerte son solo dos aspectos diferentes del funcionamiento de toda pulsión. Lacan separa la pulsión de muerte de la biología: es un efecto del lenguaje y no parte de una dimensión económica. La pulsión de muerte se desarrolla a partir de la hostilidad presente en el discurso parental (que se aprende más allá del lenguaje verbal), del discurso del Otro ( L’Autre ). El infans se enfrenta a mensajes mucho antes de poder comprenderlos. Estos mensajes determinarán las repeticiones a las que se verá obligado en su vida adulta y que se presentarán como provenientes del superyó. V. Ab. Jean Laplanche Las posiciones de Jean Laplanche sobre la sexualidad infantil y la vida pulsional han evolucionado en el tiempo en función de la evolución de su pensamiento. Esta evolución es compleja y aquí solo se presentarán los puntos más esenciales.
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