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fragmentos del mundo. Correspondientemente, se puede hablar en esta etapa de “objetos parciales”. Las cosas se vuelven más complejas cuando el cuidador del bebé es investido como un todo; las pulsiones se organizan en conjuntos en relación con ese cuidador, quien se convierte entonces en un “objeto total”. Al abordar la cuestión de la agresión, Denis afirma que, si la satisfacción no ocurre, los esfuerzos por aferrarse al objeto pueden acentuarse hasta el punto de la violencia hacia ese objeto que rechaza ser utilizado (o respecto del cual el sujeto no logra experimentar satisfacción). En el extremo, puede aparecer “una locura de dominio” (una forma/manifestación temprana de la “locura de dominio” más estructurada), que nada puede detener. Esto es lo que Freud indica cuando rechaza la noción de un “instinto especial de agresión” propuesto por Adler: “No puedo decidirme a admitir una pulsión particular de agresión junto a las pulsiones sexuales y de autoconservación, con que estamos familiarizados, y en un mismo plano con ellas. Me parece que Adler ha hipostasiado sin razón, en una pulsión particular, lo que es un carácter universal e insoslayable de todas las pulsiones, a saber, lo ‘pulsional’ (‘ Triebhaft ’), lo esforzante ( drängend ) en ellas, lo que podemos describir como la aptitud para dar un envión a la motilidad. Y entonces, de las otras pulsiones no les restó más que su referencia a una meta, después que merced a la ‘pulsión de agresión’ se les había quitado la referencia a los medios para alcanzar esa meta. A pesar de todo la incertidumbre y oscuridad de nuestra doctrina de las pulsiones, prefiero atenerme provisionalmente a la concepción habitual que deja a cada pulsión su capacidad propia para devenir agresiva; así, en las dos pulsiones que en nuestro Hans llegaron a la represión, yo discerniría los componentes, de antiguo consabidos, de la libido sexual.” (Freud 1909b, pp. 140-141 [112-113]). Más adelante, Freud introduciría la pulsión de muerte y derivaría de ella la pulsión de control. Pero Denis considera que la “pulsión de muerte”, tal como fue presentada por Freud, no es una pulsión en absoluto: no tiene fuente, ni meta, ni energía propia. A su juicio, este concepto introduce confusión en la teoría. La oposición Eros/Tánatos –una construyendo totalidades cada vez más grandes y la otra descomponiéndolas– solo puede, en el mejor de los casos, ser considerada como los dos polos de un principio funcional: un principio de organización/desorganización. Según Denis, es la libido insatisfecha –o, por alguna razón, que no puede satisfacerse– la que puede destruir. A su modo de ver, detrás del escándalo que Freud señaló con la pulsión de muerte y la oposición vida/muerte, se encuentra un antiguo mito de todas las religiones que oculta el verdadero escándalo del psicoanálisis: es la libido la que puede matar, es decir, la energía que alimenta el amor también puede destruir. V. Be. Christine Anzieu-Premmereur Christine Anzieu-Premmereur (2015, 2017) es una analista francesa que trabaja en Nueva York y que, en su labor psicoanalítica con bebés y sus padres, explora las perturbaciones tempranas en la emergencia de la organización libidinal.
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