Diccionario enciclopédico de psicoanálisis de la API

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Mom, 1983), inicialmente implican una modalidad atencional difusa. Esto permite que las emanaciones inconscientes se manifiesten. Esto puede requerir una explicación interpretativa y, luego, la conocida “segunda mirada” (Baranger, Baranger y Mom, 1983, p. 2), que implica una modalidad atencional dirigida, más causal, a medida que el analista identifica un posible enactment a través de mecanismos de identificación proyectiva (Baranger, Baranger y Mom, 1983; Cassorla 2001, 2005). Estos pueden, entonces, ser identificados e interpretados en línea con otras formas de análisis de la defensa. Como se señaló a lo largo de esta discusión, estas dos modalidades atencionales tienden a oscilar en el proceso clínico cotidiano. Sin embargo, a veces se priorizará una modalidad atencional determinada, según la naturaleza del proceso clínico, los objetivos clínicos del analista y las fases del tratamiento. El analista inmerso implica principalmente una modalidad atencional difusa, con el fin de ser receptivo a las emanaciones inconscientes a medida que aparecen en el campo dinámico. Entonces, se puede establecer un proceso atencional basado en la observación, dirigido e informal, según la forma en que el analista organice los fenómenos inconscientes que se han presentado. La retranscripción histórica es un ejemplo, pero otro sería la redistribución de escisiones proyectadas, mientras que otra implica la reintegración de estados disociados del sí mismo. Otro más puede implicar la denominación (y, por lo tanto, la simbolización) de estos hasta ahora no representados. Gran parte de estas diferenciaciones se dan retrospectivamente, el “Nachträglich” (Cassorla 2005, 2012), ya que la oscilación se produce naturalmente dentro del proceso clínico. Una modalidad atencional difusa se dedica primordialmente al esfuerzo de integrar fenómenos disociativos, que Stern describe elocuentemente (1997) como experiencia no formulada , cuya receptividad requiere procesos atencionales más difusos. Las escisiones disociativas pueden estar compuestas de afectos escindidos, una sensación de algo aún no estructurado ni simbolizado, o presentarse como estados del sí mismo no representados. La experiencia no formulada no se limita al registro verbal y es una experiencia que aún no existe excepto de forma potencial. Es lo que puede convertirse en experiencia (Stern, 1997, 2015). Estos estados del sí mismo no formulados previamente emergen luego en la experiencia transferencial/contratransferencial. Una distinción parecida entre las dos modalidades, aunque no una exactamente correspondida, puede hacerse entre la transferencia en pleno ( transfert en plein ) y la transferencia en hueco ( transfert en creux ) de Laplanche (1999). La primera implica la repetición de imagos y escenarios infantiles, mientras que la transferencia en hueco representa el surgimiento de la relación originaria del analizado con la madre (otro) enigmática. Las primeras (transferencias en pleno) se interpretan a través de vínculos asociativos dirigidos con las imágenes y recuerdos históricos del analizado para dar cabida al “espacio hueco” del encuadre analítico (ver también Scarfone, 2015). Esta forma de transferencia requiere que el analista no sepa, no rellene el espacio y que, en

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