Diccionario enciclopédico de psicoanálisis de la API

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En conjunto, en todas las regiones, la dicotomía histórica entre las teorías pulsionales y las teorías de las relaciones objetales ha ido dando paso, de forma gradual, a diversas conceptualizaciones que entienden la interacción entre pulsiones y objetos como procesos profundamente entrelazados , tanto en el desarrollo como en el proceso analítico. No obstante, persiste como una controversia contemporánea el grado en que las “múltiples dualidades” pulsionales son moldeadas o construidas por dicha interacción. Relacionado con lo anterior, se observa un creciente interés teórico y clínico en las formas en que ciertas expresiones pulsionales, distintamente conceptualizadas, permanecen psíquicamente no metabolizadas, no contenidas, no simbolizadas y no representadas . Las vicisitudes de las experiencias corporales del desarrollo, junto con los efectos de enfermedades y traumas, se conciben como motores fundamentales – aunque también como límites– para la metabolización psíquica y el desarrollo. Conceptualizaciones teóricas como la del “trauma no metabolizado”, que se manifiesta en “repeticiones eternas de lo que nunca fue experimentado como placentero”; las configuraciones de “pulsión de proceso cero/defensas de proceso cero”; y diversas lecturas de la “pulsión de muerte” como una fuerza destructiva de la vida psíquica que resiste la simbolización y la transformación, tanto a nivel individual como social, son algunos ejemplos de esta línea de pensamiento. Las múltiples dualidades en evolución que atraviesan las formulaciones del concepto de pulsión marcan una aceptación teórica de los límites del entendimiento psicoanalítico. Situada en la frontera entre lo somático y lo psíquico, la pulsión implica una concepción no unitaria de la mente. Como concepto fronterizo, impulsa un constante “movimiento” hacia los límites de las teorías y definiciones psicoanalíticas. Antigua y, sin embargo, más que moderna, la noción de pulsión –ubicada en el umbral de lo cognoscible– no solo marca la continuidad entre teoría y práctica clínica, sino que también la fractura, exponiendo las brechas y disyunciones entre ambas, y abriendo espacios que exigen una elaboración constante para intentar cerrar esas mismas brechas. La dependencia radical del sujeto humano respecto de los otros –especialmente durante la primera infancia, pero también, en cierta medida, a lo largo de la vida– es reconocida por psicoanalistas de todas las orientaciones teóricas. No obstante, la articulación específica entre los factores/potencialidades constitucionales, las pulsiones y sus expresiones, así como el papel del entorno humano en la estructuración del aparato psíquico y sus consecuencias técnicas para el proceso analítico, siguen siendo objeto de encendidos debates. Estas posiciones teóricas se distribuyen a lo largo del contínuo representado por la “serie complementaria” freudiana, en la que se inscriben de modo diverso según el enfoque adoptado.

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