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VI. A. Edith Jacobson y Hans Loewald: pensadores transicionales del psicoanálisis clásico Dentro de la tradición “clásica” también había pensadores transicionales, que comenzaron a cerrar la brecha entre los teóricos del análisis de “una persona” y los enfoques relacionales de “dos personas”. Los dos estudiosos más prominentes e influyentes de este movimiento fueron Edith Jacobson y Hans Loewald. Ambos provenían de la tradición psicológica del yo, pero convenían que el enfoque no prestaba suficiente atención a la importancia del entorno relacional o a la relación de objeto en la formación de la estructura psíquica, ni a la naturaleza misma de las pulsiones instintivas. El libro monumental de Jacobson, El yo y el mundo de los objetos (1964), representó la integración de la teoría de las relaciones de objeto con la teoría “clásica” de las pulsiones. Su enfoque, como el de Loewald, tuvo importantes repercusiones para la comprensión de la transferencia, sobre todo en lo correspondiente a las experiencias y relaciones del desarrollo temprano y a sus consecuencias para la técnica psicoanalítica. Loewald, un psicólogo del yo que escribió en los años setenta y ochenta, también tendió un puente entre esta división (una relación personal versus la transferencia del paciente versus las transferencias del paciente y el analista), al proponer una teoría algo distinta que amalgama la teoría de las pulsiones y la teoría relacional de objetos. Para Loewald, la teoría instintiva era definitivamente “psicológica” en lugar de “biológica”. Loewald, cuya formación filosófica incluía a su maestro Heidegger, estudió “…la interrelación inextricable entre lo que llamamos sujeto y objeto” (1970, p.55). En este punto coincidía con la deconstrucción de la objetividad en la ciencia postmoderna, una tendencia filosófica que acabó influyendo todo el campo del psicoanálisis, pero especialmente la escuela relacional (ver más abajo). En cuanto al desarrollo, el enfoque de Loewald consistía en entender que “las relaciones de objeto […] no son meramente reguladoras, sino elementos constitutivos de la formación de estructuras psíquicas […] El proceso psicoanalítico y […] los procesos de desarrollo tempranos desvelan el origen y naturaleza interactiva de la realidad psíquica…” (1970, p.67). Cuando escribe sobre “la neurosis de transferencia”, defiende la importancia de la centralidad de la situación edípica y amplía el sentido del proceso analítico a una escena co-creada de “transferencia y contratransferencia” (Loewald, 1971). En definitiva, Loewald también empleó la “transferencia” – en singular – para referirse a las múltiples figuras de influencia transferencial codificadas en la mente del niño durante su crianza y crecimiento – incluida su sensación hacia las relaciones emocionales entre sus cuidadores – que fueron internalizadas para luego re- externalizarse verbal o no-verbalmente en el análisis. Loewald creó una analogía entre la situación analítica, con sus transferencias y contratransferencias, y la obra teatral. Según él, el paciente crea una obra y el analista colabora con el guion, pero, a medida que el paciente va ganando autonomía, la interpretación de la obra debería acabar en sus manos. (Loewald, 1975)
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