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analizando y la del analista – responden a cada evento analítico.” (p.132) Steven Mitchell (2000) afirma que el conocimiento psicoanalítico se genera en la mezcla intersubjetiva entre paciente y analista, mediante el estudio de patrones transaccionales y su estructura interna se deriva del campo interactivo e interpersonal. Como este patrón es el objeto de estudio analítico, la transferencia no existe sin la participación de su objeto (la contratransferencia). Para los analistas relacionales, la transferencia se basa en un modelo constructivista y social. Irwin Z. Hoffman (1983) señala que la transferencia no es una distorsión de la realidad, sino una selección de ciertos aspectos de la participación del analista, tanto conscientes como inconscientes. Uno de los principales postulados de este enfoque es que el analista influye en la naturaleza de la transferencia del paciente. Como observa Ogden (1994), cada paciente recibirá un análisis distinto según las peculiaridades conscientes e inconscientes de su analista, a medida que ambos co-crean un “tercero analítico”. El libro de Sullivan, Teoría interpersonal de la psiquiatría (1953), establece que una persona sólo puede conocerse en el contexto de una interacción social: lo que constituye un “campo interpersonal” en constante cambio. Como entiende que el “sistema del yo” está diseñado para reducir la ansiedad que surge en la interacción con un “otro” importante, la “transferencia” del paciente a su analista puede ser una forma de adaptación diseñada para reducir el peligro de la interacción, incluso para proteger al analista. Irwin Hoffman critica la visión clásica de la transferencia, señalando la imposibilidad del analista de no influir en la reacción de su paciente. Como algunos analistas relacionales contemporáneos han señalado, especialmente Bromberg (1998, 2006, 2011) y D. B. Stern (2011), el yo es una colección de estados del sí mismo (es decir, de relaciones de objeto internalizadas) que pueden o no conocerse entre sí. Estos analistas entienden la transferencia como un estado del yo del paciente que interactúa con un estado del yo del analista. Bromberg (1998, p.13) escribe: “Al sintonizar con los cambios en sus propios estados del yo, así como con los del paciente, y al servirse de esta conciencia de forma relacional, el analista promueve la capacidad del paciente de oír en un único contexto interpersonal el eco de sus otros yoes expresando realidades alternativas previamente incompatibles.” VI. G. Enfoques de la psicología del yo mismo: Kohut y los contemporáneos La comprensión de la transferencia por parte de los psicólogos del yo mismo dista mucho de la de otros teóricos. Ellos se basan en una tendencia narcisista del desarrollo que no tiene nada que ver con la que señalan los teóricos de las relaciones de objeto. También postulan una teoría extendida de la mente (Sheldrake, 2012) en que el “otro”, o el analista, no se ve tan diferente del paciente como en la psicología de las “dos personas”, sino que más bien se entiende como un componente necesario del paciente o como un “objeto del sí mismo”. Según este enfoque, el analista, en tanto que figura de transferencia, no tiene componentes mentales transferidos o “proyectados”
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