Diccionario enciclopédico de psicoanálisis de la API

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esperanza de librarse de un dolor a través de la inducción de ese estado en el analista, manipulando la imagen del último… El analista, un participante predispuesto a vivir esta aventura conjunta, se muestra abierto y receptivo… Esto… acaba con la contra- creación del analista de su propia imagen de las proyecciones del analizado…” (Grotstein, 2005, pp. 19-20; énfasis J. G.). Caper ha destacado que un elemento clave de la contención pasa por la habilidad del objeto que recibe la proyección de mantener una actitud realista hacia la parte proyectada, con el fin de poder pensarla y así devolverla en una forma más manejable. Esto lo entiende como ir más allá del mero sostenimiento, cuyo principal objetivo es apoyar el narcisismo del paciente. El trabajo de Thomas Ogden se ha centrado en las subjetividades interactivas involucradas en la identificación proyectiva. Actualmente, el modelo continente-contenido está ampliamente aceptado o es acogido con serio interés académico, no sólo dentro, sino también fuera del grupo kleiniano. Arnold Modell (1989), entre otros, ha puesto de relieve la función contenedora del encuadre psicoanalítico como un todo, y Judith Mitrani (1999, 2001) ha estudiado la importación de la función contenedora del analista dentro de los paradigmas de transferencia-contratransferencia en varias condiciones del desarrollo y (psico-)somáticas. El modelo francocanadiense contemporáneo de Louis Brunet (2010), un ejemplo de síntesis entre el pensamiento “bioniano tardío” (Grotstein, 2005) y el pensamiento francés (De M’Uzan, 1994), ofrece una construcción clínica específica de este concepto. En este caso, la contención tiene aspectos tanto “fantasmáticos” como “reales” que deben ser entendidos en conjunto. Hay aspectos intrapsíquicos y “fantasmáticos” tanto en la psique del paciente como en la del analista, y hay respuestas “reales” de parte del analista o del objeto. Lo que sigue a continuación es una taxonomía abreviada de cinco pasos que conducen a una respuesta contenedora adecuada: 1- el punto de partida puede consistir en una identificación proyectiva del paciente (contenido angustiante expulsado/proyectado sobre el analista) asociada a su fantasía inconsciente sobre la existencia de un objeto potencialmente indestructible que sería capaz de “contener” esas proyecciones peligrosas y devolverle al niño (al paciente) una versión “tolerable”, “integrable” de ese contenido; 2- tras este primer movimiento “intrapsíquico” el paciente, o niño, añade comunicados, actitudes y comportamientos infraverbales y verbales, que actúan como “inducciones emocionales” hacia el sujeto (analista, padre/madre). Estas inducciones son intentos de “tocar al analista” para que sienta y haga suyo lo que se proyecta (ver Grotstein, 2005); 3- el objeto “real” –la madre, el analista– debe mostrarse dispuesto a ser conmovido, impresionado, asaltado; en definitiva, utilizado en todas las formas necesarias para la transferencia de esos elementos arcaicos del paciente/niño; 4- la madre, o el analista, siente emociones, algunas conscientemente, pero mayormente inconscientes, a través de las identificaciones. La mezcla de estas identificaciones y las angustias y conflictos “desatados” del propio

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