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Wilfred Bion: las implicaciones para una concepción intersubjetiva de la estructura psíquica] (Brown 2009). Por su parte, Elias Mallet da Rocha Barros señala que “…el giro intersubjetivo del concepto parece haberse enraizado profundamente en la cultura psicoanalítica contemporánea, especialmente en América del Norte y América Latina. Este concepto llenó un vacío que se ha vuelto crítico para entender el psicoanálisis contemporáneo. Pienso en el desplazamiento de la relación de un paciente con su propia mente en el contexto de la intersubjetividad, de tal manera que se obstaculice el impulso hacia la acción y se fomente la posibilidad de la reflexión ” (da Rocha Barros 2015). Desde la perspectiva de la psicología del yo freudiana contemporánea, Shmuel Erlich (2003) postula una “función transformadora del yo”; uno de los posibles vínculos entre la psicología del yo contemporánea y la función alfa de Bion (ver también la entrada PSICOLOGÍA DEL YO). Otro ejemplo de aparente reconciliación es la del psicólogo del yo contemporáneo, el norteamericano Fred Busch (2013), que, al señalar un cambio de paradigma del levantamiento de la represión a la transformación, hace una observación casi idéntica a la de da Rocha Barros, afirmando que con el desarrollo de una mente psicoanalítica el paciente adquiere la capacidad de superar la inevitabilidad de la acción por la posibilidad de la reflexión . Su método de “trabajar desde dentro de la transferencia” gira en torno a lo que Ogden llamó “ pensar sobre pensar ”. La tesis subyacente a la creación de una mente psicoanalítica es que lo que se consigue en un psicoanálisis relativamente exitoso: es una forma de conocer , y no simple conocimiento. La transformación de las palabras como acciones en pensamiento simbólico y representacional es parte de la ayuda que se le puede brindar al analizado para que desarrolle una mente psicoanalítica como una expansión de la capacidad de jugar con los pensamientos, que depende de su representatividad. En otras palabras, en lugar de sólo rebuscar entre los recuerdos enterrados, uno trata de transformar lo infrarrepresentado en ideas que sean representables. El recorrido va de lo pre- conceptual (concreto) y preoperacional, a lo representado simbólicamente. Por lo tanto, antes de que pueda interpretarse nada, el mecanismo psíquico y el contenido (es decir, conflictos, defensas, reparaciones del sí mismo, objetos internalizados, etc.) deberán representarse verbalmente de una manera que conduzca a la simbolización. Las palabras y los pensamientos sirven como signos eficaces y estructurantes de lo que se significa. Los puntos de conexión entre Busch y da Rocha Barros no abarcan el nivel en que Busch confía en el modelo continente-contenido para explicar el surgimiento de la reflexividad. En general, sin embargo, el surgimiento de esta perspectiva acerca la psicología del yo a algunos aspectos del trabajo de André Green, Betty Joseph y Antonio Ferro, entre otros. Refiriéndose a la psicología del yo de Loewald, que integra la teoría de la pulsión de Freud con las relaciones objetales, Busch (2016) examina varias dimensiones con el fin de ampliar la “capacidad de contención del yo” en todo el espectro de patologías, aunque con diferencias. Dentro de los trastornos de carácter neurótico hasta los moderadamente severos, los analistas intentan transformar la “acción del lenguaje”
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