A LOS AMIGOS LOS QUEREMOS PORQUE NOS CAEN SIMPÁTICOS O NOS RESULTAN ATRACTIVOS. CONFORME LA RELACIÓN SE ESTRECHA, PERCIBIMOS QUE LOS NECESITAMOS MÁS QUE A NUESTRA PROPIA FAMI L IA, SENCI LLAMENTE PORQUE CON ELLOS PODEMOS SER QUI ENES SOMOS REAL E IDEALMENTE .
Podemos dudar de esta aproximación. Sin embar- go, basta recordar los comentarios alrededor de la ja- rra de café o el intercambio de rumores en los viernes de tacos o martecitos y juevecitos. En la actualidad, “radio-pasillo” funciona en las empresas y universi- dades de la misma forma que hace siglos en las ca- vernas, marcándonos con voces conocidas quién es confiable y de quién hay que sospechar. La frase “Te lo digo como amigo” encaja muy bien en este contexto.
Ahora que vivimos semiencerrados en el pequeño grupo familiar, nos damos cuenta de esa conducta so- cial que habíamos olvidado: nuestros chicos no extra- ñan la escuela, extrañan a sus amigos; los adultos no extrañamos las salidas a comer, o las fiestas, sino a los amigos con quienes las compartíamos. Los amigos pertenecen a otra tribu (no la familiar) y nos enlazan con otro mundo que nos permite tolerar lo distinto y crear un marco de referencia más grande.
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