los ingresos de los centros tecnológicos. Un aporte similar (quizá un poco menor) proviene de fondos europeos. Finalmente, cerca de la mitad de los ingresos de estos centros provienen de contratos con las empresas para la venta de servicios de I+D. No obstante, como hemos visto, buena parte de estos fondos privados son a su vez financiación pública a las empresas. En este sentido, los centros tecnológicos no son mayoritaria- mente financiados por fondos privados como sugieren las cifras a primera vista, ya que las ayudas públicas a empresas nutren en buena proporción los ingresos de dichos centros. Esto, por supuesto, genera un efecto positivo al potenciar la capacidad innovadora de las empresas vascas, ya que son capaces de participar en muchos proyectos de innovación debido a la descarga que significa para ellas la posibilidad de externalizar parte de las actividades (incluyendo la identificación de oportunida- des tecnológicas y la planificación del proyecto, dado que los centros tecnológicos también realizan estos servicios, a modo de consultores). En cambio, el fomento a la formación de consorcios en Cataluña y Madrid promueve la colaboración academia-industria, pero sin resolver el pro- blema de lejanía entre la investigación académica y las necesidades específicas de las empresas (cosa que está mucho más resuelta en la cola- boración centro tecnológico-industria, dada la naturaleza aplicada de la actividad de dichos centros). Por otra parte, algunos de nuestros entre- vistados sugirieron que en Cataluña siempre ha habido cierta reticencia a desarrollar políticas de fomento sectoriales, en contraste con la estra- tegia desplegada en el País Vasco a través de los centros tecnológicos. Por el contrario, como indica uno de los líderes políticos catalanes que entrevistamos para este estudio, se ha seguido una política de investi- gación “generalista” de manera que “no se distorsionen las oportunidades de los distintos sectores de la economía regional”. Esto ha provocado que la política, al tener propósitos más generales, haya colocado la exce- lencia científica por encima de la relevancia socio-económica. De hecho, aunque actualmente EURECAT está intentando desarrollar soluciones tec- nológicas específicas, con un cierto componente sectorial, no existen apoyos públicos específicos para conectar su actividad con los centros de investigación científica a través de consorcios. Por su parte, la actividad innovadora de las empresas en Madrid está mucho más relacionada con el volumen de la actividad económica, y menos con la una estrategia clara de política de innovación. De hecho, la polí- tica regional ha estado relativamente ausente hasta hace poco tiempo. Como ejemplo, basta señalar que el antecesor del último Plan Regional de Innovación (2016-2020), fue el plan lanzado para el periodo 2005-2008, lo que hace un periodo de 8 años sin plan específico de innovación. Por supuesto, esto no quiere decir que no hubiese política de innovación en Madrid, sino más bien que dicha política estuvo dictada por la política nacional, y no la autonómica.
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