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que definen la transición hacia la sostenibilidad global, y deben reflejar también otras consideraciones ambientales y sociales más amplias, como la Agenda Climática, los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030, o las nuevas agendas urbanas, que van más allá del énfasis en los ciclos materiales. Tal como se planteaba en el primer informe 27 , es necesario presentar un sistema de evaluación integrado para contextualizar la evolución de los procesos de producción y de consumo, y de las transformaciones socioeconómicas de carácter estructural. A este respecto, se debe reajustar el “marco de supervisión para la Economía Circular” de la UE y los cuadros de indicadores de uso de los recursos y de las materias primas, tratando de cubrir todas las etapas del ciclo de vida de los recursos, productos y servicios, atendiendo al contexto socio-económico-ambiental donde se insertan. Hay que insistir, finalmente, en que la transición hacia una Economía Circular implica un cambio sistémico que afecta a la totalidad de la economía e incluye todos los productos y servicios, con decisivas vinculaciones con la sostenibilidad, la competitividad, la innovación y el empleo. El desarrollo del conocimiento, las innovaciones y las tecnologías disruptivas son imprescindibles para acelerar la transición a una Economía Circular.
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