360 UDEM No.3- El Gran Confinamiento

70 AÑOS Y SIETE MONTAÑAS Soy de Monterrey y, al igual que muchos de ustedes, crecí imaginando cómo sería la vista desde la punta de las montañas regias. Con mi abuelo, padrino y amigos, he escalado varias veces y disfrutado tantas más la naturaleza mexicana. En la UDEM tuve la oportunidad de ser parte del equipo de Facilitador Estudiantil del Centro Lánzate y, debo admitir, ese lugar fue la inspiración que me llevó a soñar con grandes montañas: no solo por la capacitación que recibí, sino también por las fotos de las expediciones de mi maestra Ivett que me hicieron creer que todo era posible. Recuerdo muy bien una de las tantas veces que me aventuré por Chipinque con mis compañeros de Lánzate. Subimos las escurridizas veredas del parque ecológico entre risas y caídas, en donde la última sec- ción, antes de llegar a la “M” (la cual sería mi primera cumbre en mi ciudad natal), te obliga a escalar entre piedras gigantes que se estiran hacia el cielo como na- vajas de roca, para llegar a una impresionante ventana: de ahí puedes ver gran parte de la Sierra Madre Occi- dental. ¡No se imaginan mi emoción por ver eso! Sentí cómo mi alma crecía ante el asombro de la sierra in- finita. Ese día, todo cambió para siempre: era el inicio de mi vida como un apasionado de las montañas. Pasaron los años y seguí metido en el montañismo, con capacitación de cuerdas, manejo de grupos, pri- meros auxilios y varias caminatas exitosas. Comencé a soñar con proyectos más grandes: Gabriel, tal vez algún día puedas subir uno de los volcanes de México, recrear la hazaña de tu papá de subir el Cofre de Pero- te, venga, Gabriel, por supuesto que sí . Pero, como buen inquieto y con ganas de aprender otras cosas, me fui a Canadá a estudiar una maestría en Ingeniería especializada en energía sustentable, pero no paraba de pensar en montañas: empecé a investigar los principales retos que un alpinista tiene en su vida y ¡ voilá ! Conocí el proyecto de Las siete cumbres, de los alpinistas

Dick Bass y Frank Wells: llegar al punto más alto de cada continente. Me obsesioné con este proyecto, pasaba horas leyendo e investigando acerca de este hito ¡al grado de que casi repruebo varias materias! La idea estaba clara: antes de cumplir 70 años, subiré las siete cumbres. Dos años después regresé a Monterrey y, obvio, volví a mi pasión. Primero fijé mi atención sobre las monta- ñas de Arteaga, Coahuila. Muchas de estas tienen al- turas de 3,500 msnm * : un paseo casual para muchos montañistas, pero para mí era el primer paso de mi plan. No les quiero platicar mucho salvo que, una vez superado el episodio coahuilense, seguían tres volcanes mexicanos (Iztaccíhuatl, Pico de Orizaba y Nevado de Toluca) en octubre, noviembre y diciembre de 2016. En esta aventura nacional experimenté los viejos conocidos, aunque nuevos enemigos para mí: mal de altura, dolor de cabeza, insomnio, náusea, mareo. Enemigos, sí, pero al fin de cuentas compañeros de montaña, como huéspedes no deseados en tu sala.

*Metros sobre el nivel del mar

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