360 UDEM No.3- El Gran Confinamiento

B I E N V E N I D O A L T E C H O D E Á F R I C A

mi ventana, escondido, entre las nubes, como un bron- tosaurio descansando. “Hola, soy Alen. Seré tu guía en la montaña”, me dice un señor tanzano, de 35 años, alto y más flaco que un adolescente, mientras arreglo mis cosas en la maleta. Ha liderado decenas de expediciones y muchas, aunque no todas, terminan en la cumbre. Me comenta que muchos guías suben hasta tres veces por mes y se alimentan solo de ugali, una masa de harina que, en ocasiones, mezclan con verduras. Esa noche, trato de dormir, pero a las 5:00 AM me despiertan los rezos de la mezquita. Vaya, esto no te lo esperabas, Gabo . Me siento en la cama a disfrutar de las oraciones, una experiencia espiritual que retiem- bla en mi existencia. Observo cómo Moshi, la ciudad en la que me encuentro, comienza a cobrar vida: cris- tianos, musulmanes, agnósticos, africanos y foráneos despertamos pacíficamente con el canto del Corán sin importar nuestras creencias. A las 8:00 AM llegó el carro que nos llevaría a mí, a Alen y a Gideon —el encargado de la comida y también parte de mi equipo— a la entrada del Parque Nacional del Kilimanjaro. Decidí hacer la ruta “Machame” (45 ki- lómetros en total), en la modalidad de seis días y cinco noches, una de las más tradicionales para subir al “te- cho de África”. Consiste en caminar cuatro días hasta la cumbre y uno de regreso, entre cuatro ecosistemas diferentes y con 4,000 metros verticales. Varios monos azules nos dieron la bienvenida con emoción (¡se inten- taron robar mi desayuno y el de los otros alpinistas que provenían de todos los rincones del mundo!) y también E M P E C É A I N V E S T I G A R L O S P R I N C I PA L E S R E TO S Q U E U N A L P I N I S TA T I E N E E N S U V I DA Y A S Í C O N O C Í E L P R OY E C TO D E L A S S I E T E C U M B R E S , D E D I C K B A S S Y F R A N K W E L L S : L L E G A R A L P U N TO M Á S A LTO D E C A DA C O N T I N E N T E . M E O B S E S I O N É C O N E S E P L A N .

Me sentí listo: conquisté los puntos más altos de mi país y supe que era el momento de las siete cumbres: Everest, Aconcagua, Denali, Kilimanjaro, Monte Elbrus, Monte Vinson y Puncak Jaya. EL DINOSAURIO DORMIDO Kilimanjaro fue la cumbre ganadora para dar el primer paso. Toda la vida me ha fascinado África (¿a quién no?) y era la posibilidad de admirar los animales que tantas veces vi en documentales de National Geographic, es- cuchar cantar a la gente local —algo que mi hermana me presumió tantas veces durante sus misiones en Ke- nia— y apreciar los atardeceres en la sabana africana. Básicamente, la montaña de Tanzania me llamó. Tres años después, varios cursos, múltiples ascensos a los volcanes mexicanos, vacunas por aquí y por allá, deudas que tardaré meses (espero) en pagar, un cora- zón lleno de adrenalina y mi mente enfocada en “el Kili” que, ¡oh, sorpresa! Lo puedo ver desde el otro lado de

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