360 UDEM No.3- El Gran Confinamiento

Hay miles de datos que demuestran que ya no po- demos esperar a la temporada primavera-verano 2021 para tener un cambio drástico. Los más relevantes son:

para generar acciones en conjunto en todos los nive- les, espacios y plataformas. Por otro lado, el movimiento global Fashion Revolu- tion, creado en 2013 como respuesta al desastre del edi- ficio Rana Plaza en Bangladesh donde fallecieron 1,134 personas, exige una reforma sistemática a la cadena de suministro de la moda. Anualmente celebra Who Made My Clothes, una campaña mundial en la que invita a creadores y consumidores de la industria a mostrar la etiqueta de su ropa, así como a los trabajadores detrás de ella, fomentando transparencia y reivindicación. En cuanto a la calidad sobre cantidad, hay dos ma- neras de verlo. Por un lado, podríamos enfocarnos en la calidad ética de los consumidores al comprar, como lo hace la página web y app Good on You, que califica las marcas de moda globales y funciona como guía sobre las que tienen mejores prácticas sustentables. Su lema es Wear the change you want to see , sigue los objetivos de sustentabilidad de la ONU y su principal vocera es la actriz Emma Watson. En una visión más radical, está el movimiento slow fashion , que propone reducir al mínimo la compra de ropa nueva. Se enfoca en prendas de mayor calidad creadas con procesos más sustentables y pone énfasis en la propia artesanía de su creación, al celebrar a las personas que están detrás de esta. La idea es que se compre solo cuando es absoluta- mente necesario. Es un rechazo directo al fast fashion y busca alternativas sustentables —como también lo es la ropa de segunda mano—. La estadounidense ThredUp se ha vuelto el ejemplo a seguir: esta plata- forma permite que sus clientes vendan online la ropa que ya no quieren. Es tal su éxito que, en 2015, seis años después de ser fundada, recaudó 81 millones de dólares. Además, en conjunto con la firma de análi- sis GlobalData, publicó en 2019 un informe sobre su mercado: 62 millones de mujeres compraron ropa de segunda mano y estiman 64 mil millones de dólares en ventas para 2024.

Cada año, se producen 100 mil millones de prendas.

Solo el 2% de los trabajadores textiles a nivel mundial recibe un salario mínimo o más.

La producción de prendas es res- ponsable por el 8% de las emisiones mundiales de gas invernadero.

Para producir una camiseta de algodón, se utilizan alrededor de 2,650 litros de agua.

Se estima que el teñido y tratamien- to textil es responsable del 20% del agua contaminada a nivel global.

En los últimos 40 años aumentaron hasta 100 veces los desechos plás- ticos en los océanos; más del 30% de estos son microfibras dañinas que provienen de telas de poliéster, gamuza artificial, nylon y rayón.

Fuentes: The Guardian y UN Fashion Alliance

LOS CONSUMIDORES DEBEN EXIGIR EL CAMBIO En una industria que emplea a 60 millones de per- sonas a nivel mundial, el cambio no es solo cuestión de voluntad. Implica un esfuerzo global que involucra de igual manera a los diseñadores, productores y, por supuesto, consumidores. Entre 2016 y 2019, las búsquedas online de “moda sustentable” se triplicaron, según un reporte publicado este año por la firma consultora McKinsey. Ante esto, la mitad de las grandes empresas de moda quieren lograr, al menos, que el 50% de su producción lleve materiales sustentables para 2025. Es un esfuerzo que busca concientizar y sumar a la sociedad a esta causa

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