La mayoría de los materiales que se mencio- naron líneas arriba era accesible para gran parte de la población que, en muchas ocasiones, cons- truía su vivienda con sus propios medios, pues cabe subrayar que la arquitectura vernácula es una especie de autoconstrucción. Podemos conocer los sistemas y materiales que existían en aquel Monterrey en un censo elaborado en 1791 por fray Cristóbal Bellido y Fajardo, que además ubica los pozos de agua y acequias que cruzan la ciudad. 8 El crecimiento de la industria en la zona metropolitana de Monterrey (ZMM) a prin- cipios del siglo XX demandó nuevos espacios habitacionales para quienes venían de fuera a trabajar en la ciudad. Fue así como el centro se fue expandiendo hacia todos los puntos posi- bles para, entre otras cosas, crear vivienda para los obreros de la industria, quienes necesitaban un espacio para ellos y sus familias. Debido a lo anterior, y echando mano de los nuevos mate- riales vinculados a la industria, la fabricación de muros y cubiertas en las construcciones fue cambiando. Los materiales tradicionales fueron desplazados poco a poco y los muros de tierra cruda o de caliche, que siguieron usándose hasta la década de los cuarenta o cincuenta, fueron sustituidos por bloques de cemento o se fusio- naron con ladrillo y caliche; los techos altos de cubiertas vegetales o tierra (terrados) se eli- minaron y llegaron las losas de concreto o las cubiertas de lámina. El boom del cemento, su rapidez de fraguado y otras características que lo dotaban de modernidad, sirvió para la cons- trucción de vivienda en la zona metropolitana, y los arroyos por donde antes pasaba agua se volvieron “arroyos de concreto”. Esto, claro está, vino a cambiar la forma de habitar la ciudad.
La ciudad era relativamente “pequeña” en comparación con otras capitales de México, y su desarrollo exponencial está vin- culado, durante el ocaso del siglo XIX y el inicio del XX, 4 con la llegada de la industrialización y las fábricas que todos conocemos como la Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey, Cervecería Cuauhtémoc, o Vidriera Monterrey, solo por mencionar algunas. Sin embargo, esto no significa que la ciudad no estuviese poblada, pues Monterrey ha sido sede y hogar de personas que han venido de distintas partes del país a establecerse desde tiempos remotos. Incluso, este era un territorio habitado desde antes de que llega- ran los portugueses y, por ende, siempre ha contado con distintos tipos de vivienda. Existen registros fotográficos de chozas elaboradas con cubier- tas vegetales de palma o ramas secas, con muros de bahareque, conocidas como jacales, en donde habitaban familias enteras todavía bien entrado el siglo XX, además de construcciones de tierra cruda con muros de adobe y cubiertas con morillos (vigas de madera de sección circular) o vigas soportando un terrado (cubierta de tierra y arena compactada, soportada con vigas o morillos, tablerado, tejamanil, carrizo o losetas de barro, sellada en la parte superior con grasas animales o impermeabilizada con jabón y alumbre), además de casonas con muros de sillares de piedra caliche. Otros materiales para las construcciones ver- náculas 5 son piedras de distinto tipo como el “mármol negro del Topo”, 6 ; los muros solían encalarse de color blanco o de colores utilizando pigmentos minerales, y en algunas ocasiones existían esgrafiados o bajorrelieves a manera de decoración en el exterior. La cal y los materiales tradicionales 7 otorgaban (y otorgan) a las construcciones propiedades térmicas debido a la naturaleza de su origen: las edificaciones con sistemas constructivos tradicio- nales son frescas en verano y calientes en invierno, así se podría pasar de mejor manera los calores de hasta más de 45 °C que padece la ciudad durante los meses de canícula, o los fríos bajo los 0 °C en invierno.
144 Vivienda Infonavit • DICIEMBRE 2022
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