La mayor parte de la vivienda vertical que se ofrece actualmente en esa zona está dirigida a un nivel adquisitivo medio alto o alto para que inviertan o para que vivan de sus rentas, según publicidad en las redes sociales de las mismas inmo- biliarias o brokers . No existen propuestas de vivienda social, 19 ni mucho menos densidades medias, como alguna vez se hizo con los condominios Constitución, en pleno centro, sobre terrenos que “se le ganaron” al río Santa Catarina tras su canalización en la década de los cincuenta. En muchas ocasiones, los desarrollos verticales no se construyen para solucio- nar el problema de la vivienda en las periferias y el crecimiento de la ciudad, sino para ser ofertados bajo esquemas de hospedaje temporal (como el que se ofrece en la plataforma Airbnb), donde los que ganan son solo unos cuantos. No se está haciendo ciudad, 20 se está comercializando con ella. Estos desarrollos verticales, además de ser inaccesibles para la gran parte de las y los habitantes de la ciudad, rompen completamente con el contexto urbano y vienen a implantarse como si nada hubiera existido aquí antes; no hay un diálogo ni con la arquitectura ni con los vecinos, es una mera imposición. Las montañas que rodean a la ciudad, que nos pertenecen a todos, son un capital visual que ha sido comercializado por los desarrolladores, pues han privatizado las vistas. ¿Quién puede ver las montañas que hacen famosa a Monterrey? Sencillo, quien pueda pagar por ellas. Así han obs- taculizado las vistas del Cerro del Obispado, al de las Mitras, de la Sierra Madre o del mismo Cerro de la Silla. Aquí no se respeta el paisaje natural. Sí, las montañas son monumentales, pero para el nivel del peatón o desde los espacios que antes habitábamos, se están perdiendo. A todo lo anterior se suma el desdén por los sistemas constructivos tradicio- nales para redensificar el centro: no hay un solo ejemplo donde se haya aprendido de la arquitectura existente o donde se utilicen sistemas constructivos tradicio- nales, 21 los materiales usados son del siglo XX (cemento, acero y vidrio), como si cerrarse a utilizar tierra para construir fuera una forma de negarnos al pasado. Es como si viviésemos en una especie de burbuja donde pareciera que las energías fueran infinitas y los materiales de las grandes industrias no tuviesen un impacto ambiental al ser creados, o al requerir sistemas de enfriamiento o calefacción, debido a su baja capacidad térmica. Sin embargo, afortunadamente existen algunos ejemplos de restauración, conservación y reutilización de espacios en el centro de Monterrey para ser habi- tados u ofrecer servicios, cuyos propietarios han decidido conservar y restaurar como una forma de resistir el modelo actual de desarrollo, 22 de combinar presente y pasado para lograr algo mejor. Restaurar antiguas fábricas, edificios y casas ayudaría, además, a disminuir el impacto ecológico y nuestra huella de carbono en el planeta por una premisa simple: la energía que se requirió para edificar las construcciones del centro existentes es una energía ya devengada; de esta forma, la restauración puede dar una segunda, tercera o ene oportunidad de vida a una construcción que, además, forma parte de nuestra identidad. Conclusiones Restaurar las ciudades es también restaurar el tejido social, es restaurar la memo- ria, pero para poder restaurar las construcciones ya edificadas es necesario apoyar desde las instituciones que otorgan crédito para adecuar las antiguas edificaciones de tierra o de sistemas constructivos tradicionales, porque la tierra vale igual o más que cualquier material contemporáneo. Si bien el Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit) ya otorga créditos para construir (inclusive con materiales tradicionales), 23 mejorar o remodelar viviendas, 24 aún falta que se otorguen para restaurarlas. Es necesario que desde el municipio se ofrezcan estímulos económicos a los propietarios de inmuebles construidos con sistemas tradicionales para la
146 Vivienda Infonavit • DICIEMBRE 2022
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