Revista Vivienda Infonavit Año 6 No 2 (Diciembre 2022)

Los albergues que desde de principios de 2019 reciben a miles de personas migrantes extranjeras y naciona- les que llegan a Ciudad Juárez son espacios complejos, paradójicos y con un alto potencial para contribuir a la resiliencia urbana. Son complejos porque, además de su rol como lugar de descanso, tregua y protección en el largo trayecto que las personas en movilidad suelen recorrer desde su lugar de origen al de destino, en ellos se realizan actividades educativas y recreativas, de atención médica y psicológica, así como de orientación legal, entre otras; todo con apoyo de los gobiernos, la sociedad civil y los organismos internacionales. Son paradójicos porque, a pesar de que brindan protección, suelen atraer violencias del exterior y gestar otras en su interior; asimismo, pue- den ser objeto de repudio y de expresiones xenófobas en las comunidades donde se localizan. Son codiciados por grupos delictivos dedicados al tráfico y la trata de perso- nas y por individuos oportunistas que buscan engañar y defraudar a las personas que ahí se alojan. Son asediados por policías corruptas que amenazan y extorsionan, así como por funcionarios públicos que condicionan recursos a cambio de apoyos clientelares o que amenazan con la aplicación rigurosa de leyes y reglamentos por prejuicios raciales, sexuales y religiosos, o por intereses ilegítimos. También son lugares donde el refugio puede devenir en desolación o enclaustramiento, y donde la violencia es ejercida entre las personas ahí alojadas y por parte de sus responsables y empleados hacia ellas. Estos son fenómenos observados en estudios sobre albergues para migrantes, que encuentran en ellos criterios de inclusión basados en prejuicios (raciales, nacionales, religiosos, etc.) que trastocan la hospitalidad en hostilidad hacia personas diferentes o percibidas como peligrosas (Ortiz, Castañeda y García, 2020); procedimientos que obede- cen a la moral dominante, según la cual la solidaridad es exclusiva para individuos y grupos con vínculos de identidad, que hacen lo necesario para impulsar formas de ayuda humanitaria que trasciendan esos estrechos marcos morales (Díaz, 2019). A esta condición compleja y paradójica se suma otra: son equipamientos con un gran potencial para fortale- cer la cohesión y el bienestar social en una ciudad que desde décadas atrás experimenta pobreza, segregación socioespacial, déficit de calidad y cobertura tanto de infraestructura como de servicios urbanos (vivienda incluida), así como una severa crisis de seguridad, debido a su distribución en la mancha urbana y la organización social que los sostiene. Estos factores pueden favorecer ambientes de respeto y convivencia, así como el ejercicio de derechos por las personas migrantes, que pudieran beneficiar a las comunidades de acogida y hacer posible la resiliencia urbana. 1 Para sustentar estas aseveraciones, el ensayo se divide en tres partes. En la primera se presenta el

contexto en que surge la mayoría de los albergues durante la actual coyuntura migratoria y algunas de sus carac- terísticas. En la segunda se resalta su rol como espacios de protección, especialmente en materia de salud en el contexto de la pandemia, y en contraste, se mencionan los principales riesgos de seguridad y violencia que les afectan. A manera de conclusión, en la tercera se destaca su potencial aporte a la recuperación de una ciudad en crisis a través de acciones colectivas inspiradas en el derecho a la ciudad y la ciudadanía inclusiva. Los albergues en la nueva coyuntura migratoria La llegada de nuevos flujos migratorios a Ciudad Juárez abrió una coyuntura que impuso a la ciudad fuertes presiones y un futuro atado a procesos de escala global —que provocan el éxodo humano de regiones pobres de América Latina y el resto del mundo—, así como a polí- ticas que limitan el derecho de asilo en Estados Unidos y convierten a México en su instrumento a través de los Protocolos de Protección a Migrantes (MPP), en los cuales el gobierno norteamericano obliga a los solicitan- tes de protección internacional a retornar y permanecer en México. Los nuevos albergues para migrantes en la ciudad son el efecto más tangible y visible en el espacio urbano del conjunto de fenómenos sociales, culturales y políticos en esta coyuntura, además de la presencia de grupos de migrantes en distintos sectores de la ciudad: en las calles del Centro Histórico, en la ribera del río Bravo para cruzar a Estados Unidos, en la Plaza de Armas y la catedral, en los alrededores de los albergues dispersos en colonias populares y en oficinas de gobierno, como el Instituto Nacional de Migración, en donde solicitan informes para permanecer de manera regular en el país y conseguir empleo. La nueva coyuntura propició el surgimiento de nue- vos actores sociales y mecanismos de articulación gobier- no-sociedad civil como la Iniciativa Juárez, que desde mayo de 2019 congregó a empresarios, responsables de albergues y representantes de los tres niveles de gobierno para responder a la contingencia social, canalizando recursos a la atención humanitaria y promoviendo un ambiente social empático y solidario con los migran- tes. A estas tareas se sumaron organizaciones locales y transfronterizas, así como organismos internacionales del sistema ONU (OIM, Acnur, Unicef) con apoyos en equipamiento, suministros y capacitación (Rubio, 2022). De ese modo, mientras al inicio de la coyuntura en octubre de 2018 solo había un albergue especializado en recibir migrantes, hacia abril de 2019 ya había cerca de 12 instalados —principalmente en templos—, así como uno que el gobierno del estado operó en un gimnasio entre febrero y abril. Tres meses después, el gobierno federal instaló otro espacio de grandes dimensiones,

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