Alberto
Teresa
Jesús
Sara
Rosa
Silas
Germán
Leo
Carlos
Cris
Hugo
Sofía
Eva
Luís
Carmen
Pepe
Dimitri
Julia
Manuela
Presentación Entrevistas
22 24 30 40 50 60 70 80 92 96
Concepto
Presentación
Jaime Izquierdo. Desarrollo rural Cesar Hidalgo. Complejidad económica Ana Ariño. Ecosistemas urbanos de innovación
Rosa Barreiro. Escuelas rurales Saskia Sassen. Ciudades sostenibles
Observatorio
Evolución de la I+D
Despoblación Desarrollo rural
104 110 120
Impacto tecnológico Innovación educativa
Tablero europeo de innovación
Reportajes
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Tres demostradores de economía circular para el desarrollo rural
140 152 160 168 182 192
Desigualdad de oportunidades en educación por territorios Evolución de las empresas gacela o de alto crecimiento Revisión del tablero europeo de innovación por regiones Informe sobre la economía intangible en España Análisis por territorios de la digitalización de la economía
Respuestas legislativas a las demandas de la España despoblada 204 Atlas de la nueva vulnerabilidad urbana y social en España 214 Monitor de ejecución e impacto de los fondos europeos ‘Next Generation’
Memoria de actividades
222 Miembros 226 Comités 228 Equipo 230 Los 100 de Cotec
236 Patronato 238 Proyectos 252 Eventos
ANUARIO 2023 DE INFORME COTEC
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PRESENTACIÓN
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Innovación Cambio Conocimiento Valor Territorio
Ciudades Regiones Despoblación Desarrollo Brechas
Concepto
Concepto
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Presentación
A lo largo de las tres últimas décadas, el Anuario de Informe Cotec ha registrado el devenir del sistema español de innovación a través de múltiples análisis, cualitativos y cuantitativos. Casi siempre sirvió para señalar su avance, aunque durante periodos significativos los indicadores apuntaron situaciones de estancamiento, incluso de retroceso. En todo caso, por fortuna, la España de hoy poco se parece en su desempeño innovador a la que retrataba, a comienzos de la década de 1990, la primera entrega de Informe Cotec, salvo en una cosa: las desigualdades territoriales. Todas nuestras comunidades autónomas han progresado en las últimas décadas, sí, pero persisten importantes brechas entre ellas, del mismo modo que aún no se ha cerrado la distancia entre España –y, en general, el sur de Europa– y las grandes economías europeas, que son nuestros referentes. Conviene profundizar en los factores que explican estas diferencias geográficas, así como explorar nuevas estrategias para reducirlas. La Fundación Cotec ha priorizado en su actual Plan Estratégico el interés por el territorio, desde múltiples puntos de vista. Dedicar el monográfico de este Anuario 2023 de Informe Cotec al binomio innovación y territorio era una decisión natural, una muestra más de que nuestra apuesta es decidida. El interés por dar respuesta desde la innovación a los retos que plantea el territorio no se limita, además, a la cuestión autonómica. En los últimos años se ha multiplicado el conocimiento generado por Cotec en torno a otros dos ámbitos territoriales: uno, el desarrollo rural, como respuesta al fenómeno de la despoblación; otro, el desarrollo urbano, como reto de sostenibilidad, pero también de equidad y
. convivencia. No en vano estos dos últimos asuntos protagonizaron, respectivamente, las entregas de 2022 y 2018 de nuestra colección de festivales de innovación, Los Imperdibles . El medio rural nunca ha estado tan presente en nuestra agenda. En los próximos años Cotec trabajará estrechamente con seis pequeñas comunidades rurales de otras tantas comunidades autónomas. Seis municipios que protagonizan las seis versiones diferentes de portada que ofrece este Anuario. A Rúa (Ourense), Bugedo (Burgos) y Cuevas del Becerro (Málaga) se convertirán en demostradores de economía circular –en agua, residuos y alimentos, respectivamente– gracias a nuestro Proyecto Demos, que cuenta con la colaboración de IKEA. Los tres proyectos que se desarrollarán en estos municipios los próximos dos años fueron elegidos de forma competitiva entre las 162 candidaturas recibidas, procedentes de 16 comunidades autónomas y 42 provincias. Cervera del Río Alhama (La Rioja), Moraleja (Cáceres) y Carrizosa (Ciudad Real) son otros tres pueblos elegidos para estudiar, en su caso, el impacto de la fabricación aditiva, o Impresión 3D, en el medio rural. Estas pequeñas localidades protagonizan otro proyecto de generación de conocimiento, en este caso en colaboración con el CSIC, que también seleccionamos de manera competitiva, a través de la Convocatoria PIA, nuestro programa abierto de innovación. En la última reunión del Patronato de Cotec, S.M. el Rey nos dijo: “El entorno rural debe poder acceder a los beneficios de la innovación y también es obvio que nuestros pueblos pueden ser fuente de innovación en sí mismos”.
PRESENTACIÓN
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La propuesta de Cotec cumple con este mandato y abre además la posibilidad de que algunas comunidades rurales puedan adelantarse a las ciudades en ciertos usos, puedan pilotar y demostrar el valor de los avances tecnológicos y de las innovaciones sociales, ofreciendo con ello un ejemplo a seguir al conjunto de la población. El interés de Cotec por el entorno urbano tampoco requiere mucha justificación. Conviene recordar que el nacimiento de las grandes ciudades hace más de seis mil años, además de ser una innovación social en sí misma, disparó la llegada de múltiples innovaciones tecnológicas y organizativas. Hoy asistimos al desarrollo de megápolis, corredores urbanos y ciudades-región cuyas geografías económicas, sociales y políticas desafían nuevamente la idea tradicional de ciudad. A medida que emergen nuevos entornos cada vez más densos y poblados, se complica el equilibrio entre crecimiento, igualdad y calidad de vida. Conviven viejos y nuevos desafíos. Buscamos respuestas a los nuevos retos demográficos, ambientales, económicos, sociales y urbanísticos. Aparecen nuevas paradojas. Un ejemplo, Las ciudades necesitan ser verdes y sostenibles en el tiempo. El auge del teletrabajo reduce la movilidad e invita al optimismo ecológico, ¿pero no creará un nuevo problema al reducir la mezcla social cotidiana? En las siguientes páginas damos una respuesta. En definitiva, analizar y aportar soluciones innovadoras en torno a brechas entre comunidades autónomas, desarrollo rural y despoblación, además de desigualdades urbanas, son los tres ejes que explican la mayor parte del contenido de este Anuario. La Fundación no sólo está haciendo un gran esfuerzo para profundizar en el análisis autonómico, provincial y municipal del
comportamiento en innovación, o por desarrollar conocimiento y buenas prácticas que ayuden a solucionar los problemas emergentes. Desde el final de la pandemia, Cotec ha acometido un proceso de descentralización de sus actividades, de sus eventos, de sus alianzas, de su trabajo de campo y hasta de su selección de proveedores. Este Anuario también lo refleja. Un ejemplo. El pasado abril celebramos en Gijón la segunda edición del Foro de innovación y desigualdad, que organizamos con el Ayuntamiento de la ciudad asturiana. Asistieron un centenar de expertos de forma presencial y otras 200 personas lo siguieron en línea. Todos ellos, profesionales procedentes de la academia, las administraciones, las ONG y el mundo empresarial. Este singular encuentro asturiano añade al compromiso territorial de Cotec un nuevo enfoque, el de las brechas geográficas, tanto las que la innovación resuelve, como las que la innovación genera. El foro de Gijón incluyó ponencias y debates sobre, de nuevo, desequilibrios regionales, nuevas desigualdades urbanas y despoblación en el medio rural. Además de reportajes que resumen nuestra actividad en torno al binomio innovación y territorio, el Anuario incluye, siempre con esa relación como protagonista, una selección de resultados ofrecidos en los últimos doce meses por el Observatorio de Informe Cotec, así como entrevistas en profundidad con cinco expertos de la red de Los 100 de Cotec . Nos despedimos con la confianza de que este libro resulte atractivo como objeto y enriquecedor como lectura. Cuando el lector pase la última página, ya estaremos trabajando en el Anuario 2024.
Equipo Cotec
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ENTREVISTAS
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Jaime Izquierdo “Volver a la vida en aldeas no es ciencia ficción, es mejor que irnos a vivir a Marte”
Experto de Los 100 de Cotec en desarrollo rural y lucha contra la despoblación Lleva cuatro décadas trabajando en el desarrollo rural, el medioambiente y la gestión de los recursos naturales. Actualmente, es comisionado para el Reto Demográfico del Principado de Asturias, una comunidad autónoma especialmente afectada por la despoblación de su entorno rural y el envejecimiento de sus ciudadanos, problemas que según este experto podrían tener parte de su solución en la reinvención del campo asturiano y, especialmente, de sus aldeas.
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“ESTAMOS INTENTANDO DISEÑAR UN PROTOTIPO DE ALDEA, CON LAS DIFICULTADES QUE SUPONE DESDE EL PUNTO DE VISTA INTELECTUAL, ADMINISTRATIVO Y NORMATIVO”
¿Por qué renunciar a la ciudad y regresar a la aldea?
Es inevitable recordar el Romanticismo, que reivindicaba la vuelta a la naturaleza. Pero usted no quiere hablar de naturaleza , sino de campo , y es muy crítico con el conservacionismo.
No se trata tanto de renunciar a la ciudad como de limitar su crecimiento y explorar nuevas formas de vida en el campo. La ciudad nació hace miles de años, cuando un conjunto de aldeas decidió crear una centralidad para reunirse y comunicarse con el cosmos. Después vendrían las ciudades comerciales, las ciudades-estado y la ciudad industrial, antesala de las actuales megaciudades. Así que la aldea es anterior a la ciudad y eso requiere una reflexión sobre el papel que estas pequeñas e inteligentes estructuras protourbanas pueden desempeñar en la sociedad posindustrial. Porque muchas de las grandes aspiraciones de la humanidad ya las había alcanzado a su modo la aldea: la economía circular, la retención del carbono en el suelo, los procesos agroecológicos de manejo del territorio, el control de los incendios, la biotecnología… Podemos ver el impacto de nuestra civilización industrial en cualquier escala, local o planetaria. El crecimiento cancerígeno de la ciudad ha convertido la idea de la polis griega en un artefacto monstruoso. Hemos conseguido importantes avances, pero ahora vivimos en un mundo donde el agua está llena de microplásticos, el cóctel químico del aire es tremendo, la comida es cada vez más frankenstein , tenemos problemas de intolerancias… Los procesos industriales han creado muchas oportunidades para la humanidad, pero han acumulado un montón de problemas en la biosfera y en nuestra forma de vida. Por eso insisto en la transición y en la cohesión territorial, para ver si somos capaces de vivir en entornos rurales, con tanta o más calidad de vida que en megaciudades rodeadas de desiertos demográficos.
Sí, por una razón: porque nadie vive en la naturaleza en estado puro; la selva amazónica, por ejemplo, no es precisamente hospitalaria. Henrique Pereira, un arquitecto paisajista portugués y buen amigo, suele decir: O homem é um animal de clareiras , o sea, el ser humano es un animal que hizo claros en los bosques para vivir. Las ciudades son más confortables que las aldeas, pero son inorgánicas y generan varios problemas. En cambio, la aldea mantiene el contacto con la naturaleza, pero desde la posición de campo, no de selva. Mi crítica al conservacionismo actual es que es un movimiento netamente urbano, extrañamente fascinado por la parte salvaje de la naturaleza, que desconoce el papel histórico de las comunidades campesinas en la formación y gestión del paisaje. El ciclo agrario clásico, del que la aldea fue su máximo exponente, ya funcionaba en economía circular. Se recogía la cosecha y, antes de iniciar una nueva, se devolvía la fertilidad al suelo, a través del proceso de cuchar , como llamamos en Asturias a la fertilización orgánica. Había que reservar una parte de la cosecha para cultivar otra vez y todo eso formaba parte de los ciclos. Muy poco llegaba desde fuera, porque vivían en entornos de cuasi-autosuficiencia. Y no digo que tengamos que volver a eso, pero hay que cerrar esos ciclos. El pensamiento industrial fue lineal: cojo un recurso, hago un producto y genero un residuo. La aldea toma un recurso, genera un producto y devuelve el residuo a la tierra, para que siga creciendo el recurso. Utiliza el capital natural para producir réditos y devuelve parte de esos réditos para no mermar el capital natural. Esa es la idea.
¿Cómo se manifestaba la economía circular dentro de la aldea?
¿Qué impacto ha tenido esta explosión de lo urbano en el territorio?
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“Es necesario alentar la innovación territorial. Lo ideal sería crear un sandbox , un espacio donde podamos diseñar y experimentar con un prototipo de aldea del futuro”.
¿Cuál sería el papel del Estado en este asunto?
El papel del Estado sería el de reconocer que el pensamiento industrial y el capitalismo nos separaron precisamente de nuestra condición; y aquí juego etimológicamente con las palabras, de verdaderos seres humanos , como aquellos que se relacionan con el humus, con la tierra, que eran los campesinos. Los que nos fuimos a la ciudad dejamos de relacionarnos con la tierra y nos convertimos en, si se me permite la expresión, seres urbanos . Y las generaciones que vienen ahora, los más jóvenes nativos digitales, ya directamente están en la virtualidad. No tienen esa comunión, esa relación con la tierra, y el Estado debería trabajar para reconciliarnos con ella. Reforzando la localización. Siempre fuimos locales y globales. Desde el origen de la ciudad hasta la década de 1950 del siglo pasado, algo tan fundamental como la alimentación era básicamente local. Los campesinos abastecían las ciudades, donde estaba el mercado y unas tiendas de ultramarinos en las que se vendía lo que no se producía localmente: el aceite, el chocolate, el café... Si evaluáramos la alimentación en cualquier ciudad española hace 80 años, veríamos que el 80%, por avanzar una cifra tentativa, era local, y el 20% era global. Luego aparecieron los economatos de empresa, los autoservicios de las multinacionales, los hipermercados, los sitios de comida rápida… Ahora el 99% de la alimentación es global. Pero no solo es global, es frankenstein . Es decir, está preparada para hacerte adicto a un montón de cosas. El capitalismo entró para hacernos adictos a esa alimentación. Y ahí empiezan muchos de los problemas actuales de salud: obesidad, diabetes, etcétera. Estamos hablando de saber cuál va a ser el futuro de la alimentación y de la gestión del mundo rural, y yo creo que la tecnología tiene que servirnos para volver a tomar tierra, para reconciliarnos con nuestra condición de seres humanos. La aldea suele generar recelos en la modernidad urbana, que la considera extinguida y propia de museos etnográficos. Pero algunos creemos que tiene futuro y que se pueden actualizar muchos de sus conocimientos y valores. Ahora mismo estamos intentando diseñar un prototipo de aldea, con todas las dificultades que eso supone desde el punto de vista intelectual, administrativo y normativo. Porque, por ejemplo, no se puede recuperar un molino en un río para producir electricidad, ya que la confederación hidrográfica no te lo va a permitir o se va a demorar demasiado con los permisos. Por eso queremos trabajar desde el Gobierno con la Fundación CTIC para alentar la innovación territorial. Lo ideal sería crear un sandbox , un espacio donde podamos diseñar y experimentar con un prototipo de aldea del futuro. No se trata de volver a la aldea preindustrial, pero tampoco creo que en el futuro haya que huir hacia adelante e irnos a vivir a Marte envueltos en tecnologías alienígenas. Volver a la vida en aldeas no es ciencia ficción y existe tecnología suficiente para que sea una opción atractiva. Estamos hablando de retomar la vida en el campo con las ventajas tecnológicas y el bienestar actuales, en una vida más coherente con la preservación de la biosfera.
Pero ¿cómo se cambia un mundo que va hacia la globalización y la urbanización, cómo se altera ese rumbo?
Usted cree que sería factible reactivar las aldeas, que considera como células durmientes .
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¿Cómo serían esas aldeas?
Hacer ese ejercicio de laboratorio no sería difícil. Las aldeas en el futuro postindustrial pueden ser lugares en los que la comunidad se encargue de la custodia de su territorio, gestione paisajes complejos organizados en mosaico y maneje el territorio precisamente para conservarlo. Sé que suena a futurista, pero cuando a finales de la década de 1980 llegamos a los pueblos hablando de las posibilidades del turismo rural también pensaban que estábamos locos. Ahora, 40 años después, todo el mundo entiende lo que es el turismo rural, ya no es ninguna novedad, aunque al principio pareciera una marcianada . Sí, porque la tecnología ha entrado por la vía más rápida: las telecomunicaciones, los teléfonos y la televisión, y para eso es muy receptiva. Hay más dificultades en reorganizar los sistemas productivos agroecológicos, porque requieren nuevas estructuras de organización y porque las familias que gestionaban todos sus recursos naturales ya no están, se han extinguido. Y necesitamos nuevas organizaciones. Claro. O cuando digo que hay que volver a pastorear, porque se considera que eso ya no es viable y es contrario al progreso. Pero ahora no nos salen las cuentas: tenemos graves problemas con una alimentación extraña que nos enferma, de contaminación, de plástico, de un medio rural en proceso de asilvestramiento, de un paisaje más vulnerable a los grandes incendios, de falta de calidad del aire, etcétera. El progreso estrictamente urbano, industrial y de concentración de tecnología y capital nos ha llevado a un callejón sin salida. Y la reflexión es que tenemos que buscar la viabilidad de volver a lo que somos: seres humanos que en algunos momentos de la historia y en algunos lugares de la geografía supieron vivir relacionándose equilibradamente con la naturaleza. Y para ese viaje es fundamental la innovación territorial pensada para el medio rural.
¿Es receptiva la aldea a la innovación y a la tecnología?
Supongo que los burócratas se asustarán cuando usted les presenta la vuelta al entorno rural como un factor de innovación.
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Una nueva economía rural Para Jaime Izquierdo la gran innovación pendiente es promover una nueva economía específica para los territorios rurales, en proceso de abandono, que refleje la complejidad de los modelos de producción, los estilos de vida y las relaciones laborales, y que sea atractiva para nuevos pobladores. Una economía inédita que: ( 1 ) Convierta el campo en un espacio de nuevas oportunidades gracias a la tecnología, la restauración de la cultura del territorio y el respeto a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). ( 2 ) Recupere la gestión innovadora de los sistemas agroecológicos locales para generar energía, producir alimentos saludables, conservar la biodiversidad y gestionar el paisaje, como alternativa a los procesos intensivos agropecuarios. ( 3 ) Promueva la economía circular en un territorio cultural atractivo para vivir, que incentive la diversificación productiva, el asentamiento de teletrabajadores, artistas, pequeñas empresas y turismo rural.
¿Se entienden las implicaciones políticas de pasar de la gestión urbana, regional, estatal, regional... a la microlocal, a la aldea?
Sí, y curiosamente tienen menos dificultades para entenderlas las personas mayores que vivieron la lógica y la cultura campesina que los jóvenes funcionarios. La Administración tiene dificultades para entender que la conservación de la naturaleza más frágil, declarada en muchos casos espacio protegido, depende de los mecanismos económicos que favorezcan su conservación y de implicar a la comunidad local. Muchos de los actuales habitantes de la aldea valoran el trabajo agroecológico que hicieron sus antepasados. Por eso insisto en que tiene mucho interés una revisión intelectual o tecnológica de lo que hicieron los campesinos, asunto que es más fácilmente entendido por ellos que por los que se formaron en las universidades del pensamiento industrial. Yo me entiendo mejor con los paisanos que con los burócratas de Bruselas o de Madrid. Sí, la relación con la tierra es extraordinariamente importante en la confección de lo que somos. Y muy similar en todos los territorios, aunque sean distintos los recursos de cada sitio. Por ejemplo, los sistemas adehesados de Extremadura, de bosque hueco de encina y alcornoque, son similares a los adehesados de la isla de La Gomera, de palmera, o a las pomaradas asturianas, de manzanos, aunque unos aprovechen la bellota y el corcho, otros hagan miel de palma o nosotros hagamos sidra. Y debajo de los árboles siempre están las vacas, los cerdos, las ovejas o las cabras, en función del pasto disponible. Los campesinos de cualquier parte del mundo se entienden mejor entre ellos que con los habitantes de la ciudad, los funcionarios y los científicos demediados o hiperespecializados. Los que hemos perdido el conocimiento y la importancia de la aldea somos nosotros y por eso nos comportamos cada vez más como extraterrestres en nuestro propio planeta. De vez en cuando aparecen noticias que proponen que si se acaba la Tierra nos iremos a vivir a Marte. La pregunta sería ¿por qué hay que irse a vivir como marcianos si lo que deberíamos hacer es volver a vivir como paisanos? Como terrícolas de verdad. El espacio exterior que tenemos que conquistar en el siglo XXI es el rural, ahora abandonado. Tenemos que dejar atrás el gran sarampión de la industrialización y la urbanización del siglo XX y ver si somos capaces de volver a poner los pies y las manos en la tierra. Pero no como un ejercicio de sacrificio, sino como un ejercicio de bienestar.
¿Esta relación es igual en una aldea de Asturias que de Marruecos o de Nueva Zelanda?
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Cesar Hidalgo “La innovación es más probable que suceda en los territorios ricos en conocimiento”
Experto de Los 100 de Cotec en complejidad económica Estudió física porque quería entender mejor el mundo, pero esta disciplina llevó a César Hidalgo a investigar los hilos que mueven la economía. Tras dirigir el Grupo de Aprendizaje Colectivo del MIT, en Boston (EEUU), se trasladó a Francia, donde en la actualidad es responsable del Centro para el Aprendizaje Colectivo, un laboratorio multidisciplinario con sedes en las universidades de Toulouse (Francia) y Corvinus (Hungría). Hidalgo ha recibido numerosos premios por su contribución al estudio de la complejidad económica, la inteligencia artificial y la visualización de datos.
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“CADA VEZ HAY MÁS COMPONENTES DE LA ECONOMÍA QUE SON INVISIBLES A NUESTROS REGISTROS ADMINISTRATIVOS”
¿Qué hace que la economía sea difícil de entender?
Desde mi punto de vista es el conocimiento, porque no es algo que sea agregable. Estamos acostumbrados a usar cantidades que son agregables y cuando no lo son inventamos una manera de agregarlas. Contamos el número de ladrillos de un edificio o medimos el volumen de agua en el océano y usamos conceptos como el PIB agregando el valor de distintas actividades: cosechar trigo, cortar el pelo, llevar gente en taxi... Son actividades distintas y cuando las agregamos nos olvidamos de su identidad. Pero el conocimiento es muy específico y no es fungible, así que no se pueden intercambiar sus partes. No se puede cambiar un pianista por un cirujano, porque a la cirugía no le va bien y al concierto de piano tampoco. Para entender cómo funciona la economía, necesitamos una teoría que no agregue el conocimiento, sino que nos ayude a entenderlo en su granularidad. Hablo de un alfabeto infinito y creciente donde la división del trabajo es cada vez más profunda, con cada vez más componentes, y necesitamos una matemática, un modelo, una manera de pensar sobre el mundo que honre esa idea. Sí, este índice es una manera de acomodar la idea de que no podemos agregar el conocimiento de forma simple. Es parecida a cómo funcionan estos algoritmos de lenguaje natural, como el ChatGPT. Los algoritmos saben que la palabra café y la palabra té son similares porque se usan con otras palabras, como desayuno, beber, caliente, etcétera. Y entienden que quizás son similares a la palabra cerveza porque las tres identifican cosas que se beben, pero a la vez son distintas, porque la cerveza aparece fría. No se trata de saber si las palabras son sustantivos, verbos, adjetivos o adverbios, sino de conocer su significado por cómo se relacionan con otras palabras. Podemos hacer lo mismo con las economías. En vez de clasificar un producto como agrícola, de manufactura, de capital intensivo o intensivo en trabajo, podemos ver cómo se produce en conjunto con otros. De la misma manera que los algoritmos nos dicen que el café y el té son similares, nos pueden decir qué productos son similares en el conocimiento que requieren. Exacto. Puede llegar a ser muy específico y de hecho la analogía es bastante fuerte. Una persona usa unas 5.000 palabras en su lenguaje cotidiano. Cuando nosotros vemos datos de comercio son 5.000 productos, es decir, que es similar al espacio de las palabras. Y lo que estamos haciendo es estos embeddings de las economías considerando lo que producen.
Usted se hizo físico porque pensaba que la termodinámica podría explicar las sociedades. ¿Cómo las explica?
Cuando uno estudia física trata de entender el mundo natural de una manera amplia, dividiéndolo en partes comprensibles. El matemático Warren Weaver propuso la evolución de la ciencia como la coevolución de las matemáticas que usamos para representar la naturaleza. Y estableció tres etapas. La primera, la ciencia de la simplicidad, que se puede explicar con el concepto de trayectoria, como la Luna orbitando alrededor del Planeta, y que se aplica mucho en la economía, con esas curvas de oferta y de demanda. Segundo, la ciencia de la complejidad desordenada, en la que las cosas se explican como probabilidades y las partículas son intercambiables; por ejemplo, en un gas puedo cambiar una partícula por otra sin alterar el sistema. Y por último, los sistemas de complejidad organizada, donde la identidad de los elementos y sus patrones de interacción no pueden ser ignorados. Es decir, en la biología no puedo cambiar una proteína por otra, como cambio un electrón por otro en un gas, porque cambian las propiedades, las interacciones y el resultado. La economía es un sistema de complejidad organizada, pero no hemos sido capaces de entenderlo como tal. Porque el uso de trayectorias y probabilidades se presta a descripciones que tienden a ser muy simples y poderosas en promedio, pero pierden muchos detalles. Y nos empezamos a topar con ese límite termodinámico en el que para entender cómo funcionan las economías, cómo se organizan en el espacio y cómo se genera la división del trabajo y las nuevas ocupaciones, no podemos ignorar los elementos involucrados ni sus patrones de interacción. Eso requiere una nueva matemática que encontramos en la teoría de las redes y del aprendizaje de máquinas que puedan seguir la identidad de los elementos y no los agreguen como trayectoria o como probabilidades.
De hecho, usted creó un índice de complejidad económica que recoge estos elementos.
¿Por qué?
Es como un sistema vectorial de palabras, análogo a la economía.
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“Para que un territorio sea innovador hay que apostar por las personas y formar equipos alrededor de ellas, no pensar solo en proyectos e infraestructuras”.
Pero estos sistemas como ChatGPT tienen una parte
Claro, tienen propiedades emergentes, pero eso es una ventaja, porque capturan estructuras que no sabíamos que estaban ahí y eso es muy importante en esta forma de modelar el mundo. Hace tiempo nos empezamos a dar cuenta de que el mundo no estaba hecho de tierra, agua, fuego y viento, sino que había una tabla periódica y elementos que nunca habíamos imaginado. En la física hay palabras como los cuark o los leptones que no existían. Y los biólogos tuvieron que aceptar que la biología funciona a través de unos actores, los genes, que desconocían. En la economía todavía estamos en el agua, fuego, tierra y viento. Es una ciencia muy temerosa de dejar la comodidad del lenguaje natural y los conceptos establecidos. Pero a medida que tengamos más datos, podremos dar ese salto. Creo que esa tabla periódica está dada por el conocimiento, por este alfabeto infinito que puede llegar a ser muy específico, pero que hace que una ciudad sea realmente un arcoíris del saber. No es un volumen, es una diversidad difícil de cuantificar y que está hecha de algo que no es trivialmente agregable. Otra cosa interesante es que en la geografía de la economía hay ciertas partes visibles y otras invisibles. Cuando España exporta un vehículo, lo observamos en los archivos de aduana. Pero cada vez hay más componentes de la economía que son invisibles a nuestros registros administrativos. En España abro Netflix y veo una serie que está hecha en California, lo cual es una exportación, pero a través de un rúter, no de un puerto físico. Esa invisibilidad es un punto ciego importante para la economía europea, porque hay un sector entero de la economía en el que no está participando como participan Estados Unidos, China, India... En mi caso hay un interés científico de generar una representación del mundo que ayude a contestar algunas preguntas nuevas. También ayudaría a abrir un espacio de interacción que diera más pragmatismo a las políticas industriales. Parte de lo que hago es trabajar con países alrededor del mundo en sus políticas industriales y a menudo me toca desilusionarlos, por así decirlo, porque es un sector donde hay muchas ilusiones con pocos fundamentos. Hace poco hablaba con una persona de una multilateral importante que trata de aprovechar la abundancia de litio en algunos países de Latinoamérica para ganar ventaja en la producción de baterías. Y claro, hay gente que se entusiasma con la idea, pero es extremadamente inocente, porque el litio es una parte ínfima del valor agregado de la batería. Se necesitan muy pocos átomos de litio para generar la batería, pero mucho conocimiento, muchas patentes y muchos vínculos comerciales. Tener el material en un salar no es lo que te da la ventaja. Una cierta dosis de pragmatismo y ciertos mecanismos o modelos que nos digan: “Mira, la probabilidad de éxito de esta industria, en este lugar, está entre este porcentaje y este porcentaje” son muy valiosos en un mundo que merece un gobierno con una tecnocracia que vaya más allá.
desconocida incluso para sus creadores.
¿Cuál es la tabla periódica de la economía?
¿Qué ventajas tendrá entender mejor la economía?
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Pero, hay partes de la economía que son muy complejas y a las que puede interesar que sigan siendo complejas. Estoy pensando en los mercados financieros.
Cuando hablo de complejidad me refiero a productos que requieren una combinación de conocimiento difícil de encontrar, adquirir, transmitir... Las industrias de la manufactura de aviones o de la inteligencia artificial son complejas porque es difícil competir y armar el equipo capaz de generar esos productos. Hay otra complejidad, más parecida a la opacidad o a la complicación innecesaria, pero yo me refiero a las industrias que incluso en su versión más simple son difíciles de hacer y de transmitir. Hace ya más de una década se me acercó gente que trabajaba en Fidelity, una gran empresa que maneja capitales en fondos de pensiones. Los métodos que habíamos desarrollado les ayudaron en sus modelos de manejo de capital, pero la complejidad de los mercados es mucho mayor de lo que nuestros modelos pueden capturar, porque todavía representan una versión muy agregada y simplificada del mundo. En 2018 Paul Romer se ganó un premio Nobel por esa idea, que está muy establecida y que sostiene que el crecimiento solo puede ocurrir a partir de factores que puedan multiplicarse sin ser consumidos. Si yo tengo un martillo y tú quieres usarlo, cuando lo usas tú yo no lo puedo usar; pero si yo tengo una idea y te la cuento, los dos podemos usarla. Esa capacidad de multiplicarse que tienen las ideas y no tiene el capital implica que el crecimiento viene por la multiplicación de la información, las ideas, el conocimiento, etcétera. Pero, entonces, ¿por qué cuesta tanto mover el conocimiento? Si es la fuente de la riqueza y supuestamente me puedes pasar una idea, ¿por qué hay partes del mundo que son tan ricas y saben tanto y partes del mundo que saben tan poco? Lo realmente paradójico es que a pesar de que el conocimiento se puede copiar, suele ser mucho más difícil de copiar que el capital. Porque para copiar el capital solo tengo que producir una copia más y transmitirla. Pero para copiar el conocimiento necesito que un equipo sea capaz de aprender y el aprendizaje tiende a ser lento a nivel individual y difícil a nivel colectivo. Esa habilidad de copiar conocimiento de un país a otro, de copiar la industria de los transistores o automotriz, es muy difícil de transmitir, lo que genera que el conocimiento se acumule donde las complementariedades están presentes. Como todos podemos saber muy poco, valemos más cuando estamos con los que saben lo que nos complementa. Si aprendes a ser violinista, vales más en una ciudad donde hay otros miembros de la orquesta. Si te vas a otra parte del mundo y estás solo, tu valor va a decaer y es muy poco probable que comiences una orquesta. Exportar un violín es mucho más fácil que transmitir la capacidad de tocar el violín. Y mucho más difícil es transmitir la orquesta.
¿Se puede inferir de estos modelos que la mayor riqueza dentro de la economía es el conocimiento?
¿Por qué es más difícil?
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Una geografía económica del conocimiento El académico chileno-español-estadounidense cree que las teorías económicas deben actualizarse para explicar lo que sucede en el seno de una economía cada vez más digital, globalizada y dependiente del conocimiento, así que propone: ( 1 ) Una teoría económica que no solo agregue el conocimiento, sino que nos ayude a entenderlo como un “alfabeto infinito y muy específico”. ( 2 ) Matemáticas desarrolladas para la inteligencia artificial que creen mejores representaciones de la realidad económica. ( 3 ) Personas y equipos capaces de desarrollar nuevas formas de organización que favorezcan la innovación en los territorios.
¿No obligaría todo esto a repensar los sistemas para limitar o controlar la reproducción del conocimiento, como las patentes o la propiedad intelectual?
Si, pero cuando se popularizó internet, en la década de 1990, nos dimos cuenta de que la falta de aprendizaje no era por falta de contenido para aprender, que hoy en día es enorme. ¿Habría que repensar estos sistemas? Yo creo en el poder del liderazgo, de los equipos… Cuando un equipo hace las cosas bien, es más fácil crecer sumando gente y recursos a ese equipo que crear equipos nuevos. De algún modo, el crecimiento, el conocimiento, es algo tan raro que cuando ocurre de cierta manera hay que fomentarlo. Es lo que observamos cuando vemos empresas que parten de poquito y crecen mucho, porque hay un cierto vórtice de conocimiento. Es más fácil que las personas vayan al conocimiento que el conocimiento vaya a las personas. Hay distintas partes. Por un lado, está la invención y, por otra, la innovación, que es la aplicación de la invención a un uso comercial. La innovación es más probable que suceda en los territorios que son ya ricos en conocimiento. Involucra recombinación de actividades y ese conocimiento está disponible sólo en las grandes ciudades, como Madrid, Londres, Tokio... Por un lado, hay que apostar por las personas y formar equipos alrededor de ellas, no pensar solo en proyectos e infraestructuras. En muchos países se construyen ciudades del conocimiento que terminan siendo una mala idea. Por otro lado, esas apuestas deben dar suficiente libertad y apoyo. Los innovadores buscan espacios donde pivotar, crecer y decidir cómo se hacen las cosas. El desarrollo del conocimiento requiere a veces nuevas formas de organizarse. Si vives en un ambiente donde esa capacidad de inventar tus propias estructuras es difícil, vas a limitar la capacidad del emprendedor para generar ese crecimiento. En EEUU hay un sistema muy propicio para el emprendedor, que protege a la empresa y permite la flexibilidad que requiere para crecer. Está cambiando hacia el espacio digital, donde el comercio crece más rápido que en el espacio físico. Y la geografía del conocimiento es distinta porque está basada en otras destrezas y tiene lazos étnicos y lingüísticos. Por ejemplo, un país como India hoy en día ya domina en muchas de las principales empresas americanas. China es un país más manufacturero, más parecido a Europa, y tiene un sector digital importante, pero más interno, mientras que India tiene un sector digital 100% integrado con Estados Unidos. Gran parte de la economía del siglo XX se basaba en empresas americanas que hacían manufactura en Japón, Corea, China… Ahora está ocurriendo lo mismo en un espacio digital, donde la cabeza de la empresa va a continuar en Estados Unidos, pero gran parte del trabajo va a estar en India.
¿Dónde está la innovación en la geografía económica?
Entonces, ¿qué debería hacer un territorio para aumentar su conocimiento y tener más innovación?
¿Cómo será la geografía económica dentro de 10 ó 20 años?
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Ana Ariño “El transporte público es fundamental
como plataforma democratizadora de oportunidades”
Experta de Los 100 de Cotec en creación de ecosistemas urbanos de innovación Esta economista madrileña se acercó a la gestión urbana admirada por la capacidad de las ciudades para ser motores de progreso de las personas. También motivada por los graves retos urbanos, como la desigualdad y la crisis climática. Durante la década pasada, Ariño fue vicepresidenta ejecutiva y directora de Estrategia de la Corporación de Desarrollo Económico de Nueva York, desde donde ayudó a la gran metrópoli a convertirse en uno de los polos tecnológicos del mundo, junto con Silicon Valley. En la actualidad es directora general para España y Portugal de Bird, una gran empresa de movilidad urbana, con sede en Los Ángeles. Desde esa posición, Ariño pretende seguir demostrando que la innovación en la gestión urbana puede mejorar la vida de los ciudadanos.
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“AHORA, LOS DISTRITOS DE OFICINAS Y LOS HOTELES ESTÁN VACÍOS Y LAS CIUDADES DEBEN OFRECER HABITABILIDAD, PARA QUE LAS PERSONAS QUIERAN QUEDARSE”
¿Cómo han cambiado las ciudades tras la pandemia?
¿Qué es un ecosistema de innovación?
Las ciudades antes eran mercados muy eficientes para emparejar la oferta y la demanda de trabajadores, de consumo, de inversión... pero la pandemia las ha obligado a reinventarse, porque la gente es más consciente de la calidad de vida, de lo que se tarda en ir a trabajar y de las oportunidades del teletrabajo. Ahora, los distritos de oficinas y los hoteles están vacíos y las ciudades deben ofrecer habitabilidad, para que las personas quieran quedarse. Como los ayuntamientos no tienen más competencias ni presupuesto, la creatividad de los gestores municipales es cada vez más importante: hay que pensar cuáles son los puestos de trabajo del futuro, cómo fomentar que se creen, cómo lograr que las empresas vengan y cómo conseguir que los residentes tengan acceso a esas oportunidades. Hay que competir por el talento. Y todo eso se consigue con inversiones en educación, vivienda, infraestructuras, transporte público… un conjunto de políticas en las que intervienen muchos niveles de gobierno.. Nueva York es una ciudad muy particular. Los alcaldes no solo vienen a gestionar el día a día, sino a dejar un legado, a proponer una visión de la ciudad. Bloomberg quería diversificar su economía, convertirla en una capital del emprendimiento para reducir su dependencia financiera. Luego llegó De Blasio, que se enfrentó a una creciente desigualdad e inestabilidad social, así que sus políticas fueron la universalidad de las guarderías gratuitas, la vivienda asequible y las nuevas infraestructuras de transporte. Y Eric Adams se ha encontrado una ciudad post pandémica, que antes era el gran destino laboral y ahora tiene oficinas vacías y gente trabajando desde sus casas. Todos llegan sabiendo que tienen un mandato muy corto, porque gestionar una ciudad es muy complicado. Y hay que asumir riesgos. Hace falta un equipo que se encargue de la gestión del suelo público, que haga un balance de los activos y les dé un valor. Porque cuanto más valor tengan estos activos, menos presupuesto se necesitará para hacer parques, construir viviendas o crear ecosistemas de innovación. Detrás de muchos de los grandes proyectos de Nueva York subyacen estos activos de titularidad pública con cuyo valor estructura la ciudad sus desarrollos.
Un ecosistema de innovación es una red de actores cuya colaboración genera valor. Los actores son universidades, empresas, fondos, inversores, el sector público, el talento, así como los proveedores y los clientes de esas organizaciones. Se trata de montar una red que dé lugar a sinergias entre estos actores para crear valor. Lo que yo hacía era liderar el estudio de un sector completo; por ejemplo, el de la biotecnología. Si creíamos que un espacio tenía potencial y el mercado no estaba cubriéndolo, interveníamos. Para los promotores construir oficinas o viviendas era más rentable que construir laboratorios, así que entrábamos a compensar esa diferencia. Colaborábamos con las universidades para crear incubadoras tecnológicas. O lanzábamos proyectos de formación y prácticas para estudiantes universitarios. Y si las empresas no podían pagar las prácticas, se daban subvenciones para que fueran remuneradas. Sí, de catalizador, fundamental. Pero no en todos los sectores. Por ejemplo, en el sector tecnológico del software intervinimos en 2010, invirtiendo en la primera incubadora que hubo en Nueva York, con la universidad NYU, pero unos años más tarde ya no era necesaria nuestra presencia como catalizador. En el caso de la biotecnología, cuando haya un mercado suficientemente grande de empresas bien financiadas que puedan pagar los alquileres, ya no necesitarán subvención pública. La idea es catalizar ese mercado durante el proceso de arranque, para que luego el sector privado continúe y se haga sostenible. Es imprescindible porque crea oportunidades laborales que garantizan el crecimiento económico y la prosperidad de los ciudadanos. Y si quieres que prosperen todos y no solo algunos tienes que invertir en educación y en vivienda asequible, para que todos tengan acceso a esas oportunidades.
En Nueva York también querían reducir su dependencia de las finanzas.
Por lo que dice, el sector público tiene un papel fundamental en este proceso.
¿Por qué un proceso de innovación es imprescindible?
¿Cómo vendería eso a una ciudad como Madrid o Barcelona?
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“Los procesos de innovación urbana no paran nunca, porque las condiciones, los ecosistemas, las ciudades y las empresas evolucionan y se tienen que reinventar constantemente”.
Pero el talento y la educación son intangibles. ¿Se entiende bien su valor?
No son tan intangibles, aunque depende mucho de las competencias. Por ejemplo, en España los gobiernos regionales tienen las competencias en educación. Pero cualquier ayuntamiento, como el de Barcelona, tiene programas de formación que son muy importantes para las personas sin carrera universitaria. Estos programas y los nuevos puestos de trabajo en remoto aumentan la probabilidad de que alguna empresa quiera instalarse y atraer a trabajadores. Es lo que intentamos hacer cuando competimos para traer Amazon a Nueva York, concretamente a Queens. La empresa iba a contratar entre 20.000 y 40.000 personas en los siguientes diez años. El Ayuntamiento llevaba décadas intentando promover la creación de polos de empleo fuera de Manhattan, porque las infraestructuras estaban al máximo y era muy caro construir estaciones de metro. El Ayuntamiento anunció un memorándum de acuerdo y se le criticó, por falta de transparencia y por no haberlo consensuado con todos los actores. A pesar de que las encuestas apoyaban el proyecto, había grupos bien estructurados de interés que se posicionaron en contra. También dos o tres políticos, entre ellos Alejandra Ocasio-Cortez y algún senador de Nueva York. Además, se criticaron mucho las subvenciones para atracción de empresas, algo que Nueva York no hacía desde años atrás. Y a nivel mediático tampoco los periodistas ayudaron mucho porque, claro, les encantan los titulares del tipo: “Bezos no paga impuestos”. Así que Amazon no quiso seguir en la portada de The New York Times día tras día y se fue a Virginia. Hay una suspicacia justificada de los ciudadanos sobre si estos grandes proyectos urbanísticos les benefician a largo plazo. Y aquí volvemos a la importancia de las políticas de vivienda, como políticas de cohesión social. Nueva York es una ciudad predominantemente de alquileres y cuando haces inversiones que mejoran la ciudad, esas propiedades se revalorizan, pero son víctimas de su propio éxito, porque los sueldos no aumentan al mismo ritmo y los inquilinos tienen que irse. Así que una de las innovaciones de De Blasio fue regular que cualquier construcción de más de diez plantas dedicara un 20% o un 30% de vivienda a familias de clase media. Son desarrollos privados que el promotor hace a cambio de subvenciones e incentivos. Estas políticas ayudan a que una persona de clase media pueda costearse vivir en Nueva York. Hablamos de policías, profesores... Esa integración social de distintos niveles de renta evita la polarización. Por ejemplo, Singapur obliga a que la vivienda pública refleje la proporción de etnias en el país: 50% china, 20% malaya, 10% india y el resto, una mezcla. El ex primer ministro Lee Kuan Yew, en la década de 1970, identificó que la política de vivienda era la clave de la cohesión social. Así que cada barrio refleja el mix , tanto de etnias como de rentas, pero todos van a los mismos colegios y compran en los mismos sitios. Eso produce entendimiento y convivencia.
¿Por qué se cayó ese proyecto?
¿Por qué cree que no se entendió?
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