Diccionario enciclopédico de psicoanálisis de la API

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mano del analista norteamericano Harold Searles (1959, 1979), quien llegó a reclamar que incluso la contratransferencia erótica [el desarrollo de un interés sexual por parte del analista hacia el analizado] podía inducir un poderoso cambio psíquico en los pacientes. En 1950, Paula Heimann manifiesta abiertamente que la contratransferencia puede considerarse una herramienta terapéutica de gran valor. Al poner énfasis en los sentimientos del analista hacia el paciente, Heimann asume que en la contratransferencia “el inconsciente del analista comprende al de su paciente. Esta concordancia ( rapport ) en el plano profundo sale a la superficie en forma de sentimientos que el analista registra en respuesta al paciente, en su “contratransferencia”’ (Heimann, 1950, p. 82). El analista debe usar su reacción emocional ante el paciente – la contratransferencia – para acceder y comprender los significados ocultos; él o ella tiene que ser capaz de “conservar los sentimientos que se suscitan en él … en lugar de descargarlos (como lo hace el paciente), con el fin de subordinarlos a la tarea analítica” (1950: 81-82). De este modo, la contratransferencia del analista es, según Heimann, un instrumento de investigación del inconsciente del paciente y una de las herramientas más importantes del trabajo analítico: no obstante, una condición para su uso analítico es que sea identificada como tal y no se deje de lado. Las formulaciones de Heimann (1960, 1982) llegaron a dominar los escritos sobre la contratransferencia en muchas culturas psicoanalíticas. Se acabó llamando “ psicología de dos-personas ” de la contratransferencia , lo que significa que la contratransferencia se empezó a entender como una creación de la interacción entre el analista y el analizado, además de una transferencia de residuos de estados inconscientes anteriores del analista sobre el analizado. Desde esta perspectiva ampliada, el término “contratransferencia” abarca todos los sentimientos, fantasías y experiencias de todo tipo que un terapeuta pueda tener sobre un paciente, no sólo aquello derivado de sus propios impulsos y ansiedades inconscientes, objetos internos y relaciones del pasado. Al mismo tiempo, esta perspectiva de la contratransferencia también fue diseminada por otros pensadores prominentes como Donald Winnicott (1949), en Inglaterra, y Heinrich Racker, en Argentina (1948, 1953, 1957, 1968). Horacio Etchegoyen (1986) señaló el paralelismo de este concepto en Inglaterra y América Latina, subrayando que Heimann y Racker eran investigadores independientes, con marcadas similitudes y divergencias. En Inglaterra, en un entorno dominado por la polémica introducción del concepto de “ identificación proyectiva ” de la escuela kleiniana (Klein, 1946; Meltzer, 1973), el nuevo enfoque de Heimann sobre la contratransferencia despertó un gran interés. Aunque el término “identificación proyectiva” había sido utilizado anteriormente por Edoardo Weiss (1925) y Marjorie Brierley (1944), se suele atribuir a Melanie Klein junto con su correspondiente fantasía omnipotente de intrusión dentro

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