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propios conflictos. El mérito de Grinberg fue insistir en que el propio inconsciente del analista no está directamente implicado y, por consiguiente, su introspección no es suficiente para acceder a las raíces de la contra-identificación proyectiva. Grinberg destacó lo que años más tarde llegó a conocerse como el carácter irreductible de los “ micro-acting-outs ” de la contratransferencia – una estación intermedia en la búsqueda de una comprensión de las partes arcaicas de la psique del paciente. Esta estación no puede eludirse si el analista quiere conocer toda la textura del objeto transferido (Grinberg, 1982). La aportación de Grinberg (1956) consistió en darse cuenta de que el inconsciente del analizado producía efectos en la psique del analista de forma intencional, a través de la identificación proyectiva, que había dejado de concebirse como una fantasía intra-subjetiva (Klein, 1946) para pasar a ser un proceso de interacción entre dos mentes . Tres años más tarde, Bion (1959) incidió abiertamente en esta cualidad comunicativa de la identificación proyectiva. Con la evolución de las ideas sobre la contra-identificación proyectiva, Grinberg identificó nuevas herramientas metapsicológicas para re-conceptualizar la contratransferencia del analista. Con la contra-identificación proyectiva, Grinberg hace hincapié en la cualidad comunicativa de la identificación proyectiva, como si se tratara de un mensaje enigmático e inefable que sólo pudiese expresarse a través de la dramatización de la transferencia-contratransferencia puesta en marcha por el paciente. En el contexto clínico, esta dramatización de la transferencia- contratransferencia se anticipó a la idea de escuchar los planos más arcaicos de la psique del paciente a través del desvío del enactment , desarrollado años después (Jacobs, 1986; Godfrind-Haber & Haber, 2002; Mancia, 2006; Sapisochin, 2013; Cassorla, 2013). A finales de los años cincuenta, Bion (1959) y Rosenfeld (1962) desarrollaron el concepto y plantearon que la identificación proyectiva es una comunicación inconsciente del analizado. Bion (1959) trazó un paralelismo entre la interacción terapéutica y el modo en que el niño que sufre proyecta su angustia sobre la madre que la “contiene” y puede responder de forma apropiada. El analista tiene la misma función (continente/“alfa”): “continente” de las proyecciones del paciente en un estado de “ensoñación”, “digiriéndolas” y reaccionando ante ellas con interpretaciones adecuadas. En esta línea, la contratransferencia no sólo se consideraba un instrumento a través del cual el analista podía acceder al mundo inconsciente del paciente, sino también un medio a través del que se podían procesar las experiencias intolerables del paciente; es decir, no sólo como un instrumento de investigación, sino también un medio de curación. El desarrollo de estas nociones de Bion, las de contención y función- alfa del analista, ha traído consigo el reconocimiento de que la mente del analista se impregna del inconsciente del analizado y sus procesos preconscientes a través de sus afectos e incluso de su yo corporal. (Véase también la entrada separada CONTENCIÓN: CONTINENTE/CONTENIDO)
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